Poco imaginaba Jota la sorpresa que le esperaba cuando dijeron su nombre por megafonía en el aeropuerto de Barajas. Como es bastante fatalista, pensó que algo iba mal con su billete, que su solicitud para entrar a Estados Unidos no se había cursado correctamente o que había algún problema con su equipaje. Así que, cuando se presentó pálido frente al mostrador de la puerta de embarque, no esperaba que fuera a escuchar las mágicas palabras pronunciadas por una de las empleadas de Iberia: ‘Va a volar usted en business’. Sí, iba a conocer la clase business de Iberia. Y sin tener que pagar dinero extra.
He de reconocer que en ese momento me cayó un poco mal… Pensé en la suerte que tenía y que ya podía haber sido yo… Apenas unos segundos después, Jota le decía a la señorita que si podía elegir prefería que fuese yo quien pasara a ocupar su asiento. Pero no le hizo falta insistir ya que mi nombre fue pronunciado un instante después y la misma frase sonó a música celestial en mis oídos: ‘Va a volar usted en business’.
Siempre había soñado con viajar en la clase business de Iberia, unas filas por delante de la clase turista. Pero el precio de los billetes, que puede hasta cuatriplicarse, me había echado para atrás como al resto de mortales mileuristas. Si el coste de nuestros dos pasajes a Boston era de algo más de 2.000 euros, en clase business ascendía a 5.413 euros. Bastante más del presupuesto fijado para las tres semanas de aventura que teníamos por delante.
El tan temido overbooking fue el ‘culpable’ de que nos tocara esta lotería. También influyeron otros dos factores: ser de los primeros en hacer el check-in on line y ser titulares de la tarjeta Iberia Plus. Así nos lo explicó nuestra amable azafata, que ayudó a convertir el vuelo Madrid-Boston en una experiencia inolvidable.
Desde el minuto uno, y como no podía ser de otra manera, uno se da cuenta de que volando en la clase business de Iberia todo son ventajas. El tamaño del asiento, espacio para las piernas y bultos extras, enchufes, revistas, almohada mullida, cálido edredón, neceser de cortesía, cava de bienvenida… ¡Hasta unos minutos de conexión wifi para escribir un tuit desde el aire!
Otro de los aspectos que estaba deseando conocer era la oferta gastronómica. Desde hace algunos años, el menú de la clase business de Iberia está asesorado por cuatro de los cocineros más reputados de nuestro país: Toño Pérez, Paco Roncero, Dani García y Ramón Freixa, cada uno de ellos galardonado con dos Estrellas de la Guía Michelin.
El nuestro estaba compuesto de una serie de entrantes: gazpacho con huevo (marca Alvalle, eso sí); ventresca de atún con tomate, cebolleta y vinagreta de balsámico al Pedro Ximénez; ensalada de endivias, berros y pera con queso azul y queso de cabra Viejo Maestro con uvas.
El plato principal, a elegir entre tres -carne, pescado o una opción vegetariana-: guiso de pollo de corral con cebollitas, boletus y ciruelas; bacalao rebozado con salsa vizcaína, patata machacada y judías verdes o canelones de tomate, mozzarella y aceitunas con salsa bechamel.
Cabe destacar la Bodega Business Plus, con un buen puñado de referencias españolas en blancos, tintos y rosados -Rioja, Ribera, Navarra, Rueda-, además de un brut reserva, vinos de aperitivo y otros cuantos dulces. Todos ellos comentados en la carta que se entrega junto al menú y con notas de cata de Custodio L. Zamarra, sumiller del restaurante Zalacaín. No hace falta apuntar que la opción de licores y destilados es totalmente libre durante todo el vuelo.
A media tarde, por si alguien se ha quedado con hambre, sirven una pequeña merienda con pan caliente, embutidos ibéricos, queso manchego y tomate natural, además de fruta fresca.
Si hemos de poner una pega a este vuelo a Boston es que, en vez de las ocho previstas, durara siete horas y veinte minutos, lo que nos ‘robó’ cuarenta de disfrutar del mejor trayecto de toda nuestra vida. Ahora solo queda soñar con que, algún día, vuelva a repetirse esta tremenda suerte. O, en su defecto, que nos toque la lotería para volar así el resto de nuestra vida viajera. ¡Muchas gracias por todo, Iberia!
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