¿Estás pensando en tu próxima escapada a Bélgica y no sabes cómo ahorrar en Bruselas? La Brussels Card es la mejor opción por su amplia oferta de descuentos.
¿Qué ventajas ofrece la Brussels Card?
– Acceso gratuito a la mayoría de museos de la ciudad.
– Viajes ilimitados en metro, autobús y tranvía.
– Descuentos de hasta un 70% en muchas atracciones turísticas, tiendas y restaurantes.
¿Cuánto cuesta la Brussels Card? (Precios 2020)
24 horas: 28 euros
48 euros: 36 euros
72 horas: 44 euros
¿Dónde comprar la Brussels Card?
Aunque la manera más sencilla es hacerlo a través de su web, también puede adquirirse en diferentes sitios de Bruselas, como la Oficina de Turismo situada en la Grand Place, Mont des Arts y algunos de los museos participantes, como el de Ciencias Naturales, Instrumentos Musicales, Cómic o Automóvil.
¿Qué museos están incluidos?
Más de 30, entre los que destacan el Magritte, el del Cómic -uno de los más visitados de Bélgica-, el de la Ciudad -donde pueden contemplarse los vestidos del Manneken Pis-, el del Chocolate o el de Instrumentos Musicales, cuyas entradas juntas sumarían más de 30 euros.
Descuentos y ventajas a tener en cuenta
– 15% de descuento en la cuenta de tu comida o cena en Chez Léon, el templo de los mejillones belgas, a un paso de la Grand Place.
– Café de regalo con un almuerzo típico en A la Mort Subite, una de las mejores cervecerías de Bruselas y una de las más impresionantes de Bélgica, centenaria y con una carta tan amplia que no sabrás por dónde empezar.
– 25% de descuento a partir de 35 euros en Godiva Manneken Pis, la chocolatería más reputada junto a los famosos Leónidas.
– Descuento del 15% en compras superiores a 25 euros en Planète Chocolat, un must en Bruselas para los amantes del mejor chocolate del mundo.
Mejillones rebozados en ‘Chez Leon’
¿Es recomendable la Brussels Card para niños?
No. Los menores de 12 años obtienen descuentos de hasta el 50% en la mayoría de atracciones turísticas y, los menores de 5, entrada gratuita.
Museos, arquitectura, gastronomía… Bruselas es una ciudad perfecta para una escapada de fin de semana. Y el Manneken Pis, uno de sus símbolos más representativos. Ubicada a escasos metros de la Grand Place, esta pequeña y sorprendente figura guarda alguna que otra curiosidad que te contamos a continuación.
1. Mide unos 60 centímetros y pesa 17 kilos.
2. Fue creada en el siglo XV por Jérôme Duquesnoy.
3. Son muchas las leyendas en torno a su origen, todas ellas igual de increíbles. Una de las más llamativas cuenta que en el siglo XIV las tropas enemigas colocaron cargas explosivas en las murallas de Bruselas. Y un niño, al enterarse, orinó sobre las mechas, salvando así a la ciudad.
Fue robado en 1978
4. Intentaron robarla muchas veces hasta que, finalmente, se hicieron con ella. Por lo que se colocó una copia en su lugar que se mantiene a día de hoy.
5. Tiene su propio museo, en el Museo de la Ciudad. En él, además de la figura original, se guardan los más de 800 trajes con los que se le suele disfrazar. Como el de piloto de Fórmula 1, que coincide con la celebración del Gran Premio de Bélgica en el circuito de Spa (foto superior). U otros tan curiosos como torero, rapero o Elvis Presley.
6. Muestra su lado más solidario apoyando eventos como el Día Internacional de la Leche. Para ello, se le vistió de pastor del Sahel y vertió leche a la fuente con el fin de sensibilizar de la importancia que tiene este alimento en África. O de preso para exigir la liberación de pacifistas en el mundo.
7. Con motivo del centenario del Real Madrid se disfrazó de ‘merengue’ y orinó 24 litros de vino tinto de Valdepeñas…
8. En 1809, durante una de las fiestas que celebran en la ciudad, la estatua miccionó vino y cerveza lambic.
9. En 2013, una pastelera belga elaboró una réplica de dos metros realizada con 1.000 kilos de chocolate. Se expuso en el museo dedicado a esta delicia en Brujas.
10. Tiene una versión femenina, aunque mucho menos conocida, Jeanneke Pis. Y una animal, que representa a un perro haciendo lo propio en una de las calles de Bruselas.
En pleno corazón turístico de Bruselas, a escasos metros de la Grand Place, se encuentra Brasserie la Roue D’or. Fue una de nuestras paradas durante el blogtripDestino Bélgica. Está elegantemente decorada en madera y con murales que homenajean al pintor surrealista Magritte, cuyo museo puede visitarse en la ciudad. Es más que recomendable para hacer un alto en el camino y disfrutar de la mejor gastronomía belga por unos 25 euros/persona.
La extensa carta de Brasserie la Roue D’or, además de los imprescindibles mejillones, ofrece caracoles, fondue de queso o salchichas de Lyon con lentejas. Y otras llamativas delicias como bacalao en costra de mostaza y perejil, estofado de conejo al estragón o anguila en salsa verde.
Croquetas de camembert a la miel
Hamburguesa, 200 gramos de excelente ternera que se sirve en su jugo, sin pan ni salsas, coronada con un huevo frito.
Albóndigas de Lieja, de carne mixta. Aderezadas con el típico sirope de la misma localidad, melaza que se obtiene de la cocción del zumo de manzanas y peras.
Atún rojo ‘mi cuit’ con especias
Dispone de una gran variedad de postres, con especialidad en tartas caseras, aunque nos decantamos por opciones más frescas y ligeras para continuar nuestra visita por Bruselas.
Brasserie la Roue D’or se encuentra en el número 26 de la Rue des Chapeliers.
Hoy te descubrimos todo lo que ver en Namur, capital de Valonia. Presumen de su bandera en cada rincón, y fue otra de las paradas del blogtripDestino Bélgica. A pesar de ser francófonos, disponen de su propio dialecto, el valón de Namur, hablado por la mayoría de sus más de 100.000 habitantes.
Aunque se trata de una bonita ciudad a orillas de los ríos Mosa y Sambre, no es uno de los destinos más turísticos del país, ya que está fuera de los itinerarios más comerciales.
Las numerosas terrazas repartidas que ver en Namur son la excusa perfecta para disfrutar de una buena cerveza belga. A ser posible, acompañada del tradicional plato de mejillones o algunas delicias que solo pueden encontrarse allí. Como unos pastelitos llamados ‘besos de Flawinne‘, las fresas de Wépion o la archiconocida mostaza de Bister de Jambes (estos dos últimos con museos propios).
En nuestro paseo por la villa pudimos contemplar la Catedral de Saint-Aubain, con una amplia colección de objetos religiosos. Y la iglesia de Saint-Loup, uno de los mejores ejemplos de arquitectura religiosa barroca del siglo XVII.
Entre sus museos destacan el de Félicien Rops, en el casco viejo. Ubicado en la casa natal del artista, ofrece una extraordinaria recopilación de su obra. El Museo Provincial de Arte Antiguo, dentro de un bello palacio del siglo XVIII, alberga una serie de objetos de arte religioso y local muy interesante.
Desde lo alto de la Ciudadela, una de las fortalezas más grandes de Europa y una de las mejor conservadas, se contempla una vista única que ver en Namur. Esta es la de las confluencias del Mosa y el Sambre, así como las imponentes mansiones edificadas en sus orillas.
Las mejores vistas que ver en Namur
Esta construcción del siglo XI ocupa ocho hectáreas en la parte superior y tiene siete kilómetro de túneles subterráneos. Existen varias opciones para visitarla, que incluyen pases guiados, un recorrido en tren turístico y entrada a las exposiciones del interior. Otra alternativa es realizar un crucero fluvial a bordo de uno de los agradables bâteau-mouches.
Nuestra cena tuvo lugar en un encantador restaurante llamado Fenêtre sur Cour, donde pudimos elegir un menú de tres platos. Yo me animé con un carpaccio de atún, chuleta de cerdo asada con chorizo y sopa de frutas con helado de leche, tras un pequeño aperitivo en su terraza. También cayeron un par de botellas de vino chileno.
Tras tomarnos un exquisito cóctel en Le Boulevard du Rhum, llegó el descanso de la jornada en el Hotel Les Tanneurs, coqueto establecimiento en el que cada habitación es diferente. Aquí podéis ver la mía, revestida de madera y con una iluminación que cambiaba de color con un mando a distancia. Amplia y confortable.
¿Habéis disfrutado de todo lo que ver en Namur? Esperamos que sí.
Es el restaurante turístico por excelencia de Bruselas. Y, según aseguran, el más grande del país, con capacidad para 420 personas. Cualquiera diría que cuando Chez Léon nació en 1893 solo contaba con cinco mesas. Desde entonces ha pasado de generación en generación de la familia Vanlancker.
Situado a un tiro de piedra de la Grand Place, resulta el lugar ideal para saborear el plato más típico de la gastronomía belga, mejillones con patatas fritas. O si no, cualquiera de las 120 recetas tradicionales que ofrecen en su carta: terrina de paté de conejo, guisado de pavo a la cerveza de frambuesa, ancas de rana al ajillo, calamares con salsa tártara, sopa de cebolla…
Acompáñalo de una cerveza rubia de la casa –Léon Beer-, elaborada exclusivamente para ellos, y te sentirás en el mismo paraíso. A mediodía ofrece un interesante menú del día por 17,95 euros.
Yo probé tomate relleno de camarones y mejillones rebozados, con sus correspondientes patatas fritas. Más abajo podéis ver la cazuela que se metió entre pecho y espalda mi compañero de viaje, Luis Xixerone. Todo estaba delicioso.
Nuestro grupo decidió comer dentro del local porque fuera hacía mucho calor. Pero si lo prefieres puedes hacerlo en una de las mesas de la amplísima terraza de Chez Léon. Eso sí, prepárate para el enorme trajín de gente que camina por la calle.
Chez Léon es gratis para menores de 12 años
Muy pocas personas lo saben, pero en Chez Léon, los niños menores de 12 años, acompañados de un familiar, pueden comer gratis ‘a la carta’ (excepto menús de grupos). En 2014, sirvieron más de 16.000 comidas infantiles gratuitas. Y otro detalle que hace único a este restaurante en Bruselas: hay un aparcamiento para cochecitos.
Además, todos los domingos a partir de las 18:00 horas, puedes comer todos los mejillones que quieras. Sí, como lees. Pide tu cocotte y decide cuándo parar.
Cuando hayas acabado, no te olvides de hacer una visita a la famosa Jeanneke Pis, a la misma vuelta de la esquina, la versión femenina del Manneken Pis.
Chez Léonabre todos los días ininterrumpidamente de 11:30 a 23:00, entre semana, y de 11:30 a 23:30, viernes y sábados.
La Roche en Ardenne es un pequeño pueblo medieval a unos setenta kilómetros de Lieja, en un recodo del río Ourthe. Y nuestra primera toma de contacto con el blogtrip ‘Destino Bélgica’ del que ya os hemos hablado en varias ocasiones.
Los graves daños de los bombardeos en la Segunda Mundial obligaron a su reconstrucción durante años. Para rememorar la conocida como Batalla de las Árdenas cuenta con un museo. Es uno de los más visitados de la zona y en él se explica su liberación por los ejércitos ingleses y americano.
Las mejores vistas que ver en La Roche en Ardenne y el hermoso valle que le rodea pueden contemplarse desde su famoso Castillo Feudal. La antigua residencia de los Condes de la Roche, y los objetos expuestos en ella fueron descubiertos hace escaso tiempo durante unas excavaciones. Podéis leer más sobre su historia, y la de su fantasma, en el blog mi compañero de batallas, Xixerone.
Es un destino frecuente para deportistas aficionados al kayak, rafting o ciclismo de montaña. La belleza y tranquilidad de La Roche en Ardenne hacen de ella un lugar idóneo para la relajación más absoluta. Y a pesar de no contar con grandes dimensiones sí goza de excelentes servicios para el turismo, con más de una veintena de alojamientos hoteleros y coquetos restaurantes en los que degustar lo mejor de su gastronomía.
Dónde comer en La Roche en Ardenne
Nosotros almorzamos en Sainte Maxime, románticamente a la luz de las velas porque se fue la electricidad. Tras un aperitivo para saborear la primera cerveza del viaje, nos deleitamos con una cazuelita de camarones al ajillo, rosada a la salsa de eneldo con guarnición de patatas gratinadas y uno de los postres belgas por excelencia, Dama Blanca. Excepcional todo y regado con un tinto francés. ¿Qué más se puede pedir?
Camarones al ajilloPatatas gratinadasDama Blanca
¿Te ha gustado todo lo que ver en La Roche en Ardenne? ¿Conoces esta bonita ciudad belga?
Es la ciudad más turística de Valonia y también una de las más bonitas. A pesar de que nos acompañó un día grisáceo y frío (de los pocos que tuvimos en nuestra aventura Destino Bélgica), las excelentes explicaciones de nuestro guía y el hotel donde nos alojamos hizo que pasásemos en Lieja una jornada muy agradable. No obstante es una urbe con doce siglos de historia y hay mucho que ver en Lieja.
El recorrido a pie comenzó en la Place de Saint-Lambert, que en su día contaba con una gran catedral (sede del obispado). Tan solo se conservan unas columnas hoy en día, ya que fue destruida en 1793. Ocurrió en plena Revolución Francesa, por rebeldes que quisieron derrotar al gremio más poderoso de la época, la Iglesia y sus obispos.
En la Plaza del Mercado nos encontramos el Ayuntamiento, conocido como ‘La Violeta’. También, el teatro que alberga la Ópera Real de Valonia, y uno de los monumentos más reprensentativos que ver en Lieja, el Perron, símbolo de la libertad de los criados liejenses sometidos a sus señores.
Unos pasos más adelante se ubica la Fuente de las Tradiciones, con un dibujo en relieve de la marioneta de Tchantchès,souvenir más típico de la ciudad. Fue un guerrero del Sacro Imperio Romano nacido allí y compañero de aventuras de Carlomagno. Para conocer su historia podéis visitar el Museo Tchantches o leer esta reseña de mi compañero de viaje, Xixerone.
Tras pasar por la Iglesia de San Antonio, edificada para que los ciudadanos recuperaran la fe en Dios, llegamos a los pies de la Montaña de Bueren, donde contemplar las mejores vistas que ver en Lieja.
Fue construida en 1880 para los soldados del cuartel local, con el fin de llegar hasta la colina rápidamente. Cuentan unos que para evitar pasar por las peligrosas calles de la ciudad y otros que para poder acceder con facilidad a las prostitutas que trabajaban al otro lado. Hay que subir nada menos que 406 escalones…
Bordeando el río y entre tanta bellísima casa de finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII, no podemos evitar preguntarnos ¿a quién y por qué se le ocurrió construir este horroroso armatoste que rompe la armonía urbanística? Al menos el vecino del último piso no tendrá problemas para contemplar cada domingo el Mercado de la Batte, el más grande que ver en Lieja y el más antiguo de Bélgica, que se instala en esa amplia avenida.
Para contrastar semejante horror que ver en Lieja os enseñamos esta calle tan estrecha (por la que camina Antonio, nuestro divertido guía).
La importancia en Lieja de Georges Simenon
Tras recorrerla hemos llegado ya a la Plaza del Comisario Maigret. Rinde homenaje al escritor más importante de Lieja, Georges Simenon, autor de novela negra nacido en 1903. Fue creador de uno de los detectives más famosos de la literatura, el inspector Maigret, así como de ‘El hombre que veía pasar los trenes’. La obra de Simenon ha sido traducida a casi todos los idiomas conocidos. Escribió cientos de novelas y cuentos y comenzó la serie de Maigret en 1931, convirtiéndose en una de las plumas más famosas del siglo XX.
Aquí terminó nuestro paseo para, seguidamente, dirigirnos al Hotel Jala, una maravilla de alojamiento (actualmente cerrado). Y, después, cenar en Bruit Qui Court, moderna brasería del Boulevard Sauvenière.
Mi menú consistió en gambas al jugo de coral y ensalada templada de pollo, una mezcla extraña, lo sé. La cocina está muy cuidada y los platos, así de bien presentados.
Mi postre fue una Dama Blanca con helado, pero no puede evitar hacer una foto al de mi compañera Lala, unas espectaculares crepes flambeadas.
¿Habéis disfrutado el paseo tanto como hicimos nosotros de este recorrido que ver en Lieja? ¡Esperamos que sí!
Situada en el corazón de la provincia de Namur, recibe el nombre de Hija del Mosa, ya que está edificada a lo largo del cauce de dicho río. Es una de las ciudades más bonitas que visitamos en el blog trip ‘Destino Bélgica’, un soleado día de septiembre.
Un lugar ‘de postal’ o ‘de Playmobil’, como cuenta en su blog mi estupendo compañero de viaje, Xixerone. ¿Nos acompañas en este paseo para enseñarte lo mejor que ver en Dinant?
Dinant deslumbra nada más verla. Sobre un enorme acantilado, su seña de identidad, se sustenta la Ciudadela. A ella se accede tomando el teleférico Notre Dame (a no ser que se quieran subir los 408 escalones de acceso a ella). Desde allí las vistas resultan espectaculares. ¿A que sí?
En la Ciudadela se aprende sobre la historia de Dinant, explorando sus pasillos y haciendo un recorrido en el tiempo. El saqueo de la villa por las tropas de Carlos ‘el Temerario’ en 1466, la construcción de fortificaciones, los combates entre soldados franceses y alemanes, y la masacre de casi 700 civiles en agosto de 1914.
Dinant, ciudad natal de Adolphe Sax
Esta ciudad de juguete es también famosa por ser el lugar donde nació el inventor del saxofón, Adolphe Sax. Diferentes modelos de saxofones representando a cada uno de los países de la Unión Europea adornan el puente principal. En la Rue Sax está la casa natal del artista y en su puerta, una estatua en la que es de recibo hacerse una foto de recuerdo. Sin duda, uno de los imprescindibles que ver en Dinant.
A los pies de la Ciudadela se encuentra el restaurante Chez Bouboule, denominado el Rey de los mejillones desde hace casi 60 años. Dada la excelente temperatura que nos acompañaba, decidimos comer en la terraza, al pie del río. En su carta encontramos 33 variedades de este suculento molusco: al vino blanco, a la mejicana, a la monegasca, con mantequilla…
No podía faltar nuestro ya clásico aperitivo belga, unas croquetas de camarones. Suficiente para lo que nos esperaba después…
Los mejillones son presentados en cazuelas de 1,2 kg. por persona, una barbaridad si se tiene en cuenta que el acompañamiento es como el que véis en la foto. Los míos eran los de las Árdenas, con champiñones, tocino, tomate y nata. Estaban espectaculares, pero fue imposible terminarlos.
Xixerone se decantó por unos mejillones al curri, también muy buenos, aunque manchaban un poco…
Aquí tenéis a Somos Viajeros en plena faena. Por si fuera escasa la ración, lo acompañan de unas crujientes patatas fritas.
Sí, eso que véis son las fuentes repletas de conchas. Bueno, y a Vuelo Directo, relamiéndose del gusto, junto a Sebastián, de la Oficina de Turismo de Bélgica.
Acompañadlos de una buena cerveza belga y tendréis la jornada perfecta en una de las localidades más bonitas que ver en Bélgica.
Conocida como la ciudad más pequeña en la tierra hasta 1977, Durbuy es también una de las más bonitas que ver en Bélgica. Se encuentra a orillas del río Ourthe, al borde de las Árdenas, en medio del triángulo formado por Lieja, Namur y Marche. Situado en un entorno natural extraordinario, el pueblo está en perfecta armonía con el paisaje circundante.
La parte vieja de Durbuy data principalmente del siglo XVII. Y sus calles peatonales, serpenteando entre las casas antiguas, son estrechas y empedradas, constituyendo su principal atractivo. Un paseo por el casco antiguo de Durbuy es una verdadera delicia para el visitante.
A pesar de su escasa longitud, cuenta irónicamente con el mayor parque de jardinería ornamental del mundo. Con más de 30.000 metros cuadrados y una gran variedad de figuras que incluyen formas animales y humanas es uno de los principales atractivos que ver en Durbuy.
Este distrito cosmopolita exhibe con orgullo sus riquezas locales para un número creciente de visitantes de todo el mundo encantados año tras año. Atrae a turistas de los Países Bajos, Alemania, Francia e, incluso, Suecia y Japón. Nosotros tuvimos la suerte de que fuera incluida en el blog trip ‘Destino Bélgica’.
Para hacer un poco de historia os contaremos que Durbuy tuvo un papel muy importante en la defensa de la zona hasta el siglo XIV, debido a su ubicación estratégica en la frontera. Tenía enormes murallas y un castillo construido sobre un promontorio rocoso rodeado por el río Ourthe.
Adquirió su estatus oficial como ciudad en 1331, no porque se tratara de una aglomeración importante, sino porque era un centro para el comercio y la justicia. En su entrada, más allá del viejo puente sobre el río, se encuentra el castillo de los Condes de Ursel, edificado en el siglo XI y reconstruido por la familia en el siglo XVII sobre las ruinas de la fortificación feudal anterior. La iglesia de San Nicolás, de los siglos XVII y XVIII, con su pila bautismal del siglo décimo sexto, y el antiguo convento de los Recoletos, son de particular interés.
Dónde comer en Durbuy
Durbuy es un centro turístico muy agradable conocido por su excelente comida. Nosotros cenamos en uno de sus restaurantes más atractivos y modernos que, además, es grill y hotel, Victoria. ¿A que es preciosa la decoración de la mesa?
Nos recibieron con un cóctel a base de granadina, zumo de naranja y vodka, excelente para acompañar un aperitivo compuesto de gazpacho y guacamole.
El primer plato fue un carpaccio de ternera con camarones, pan de ajo y una salsa buenísima con vino blanco y champiñón.
Le siguió un filete de trucha a la parrilla con ensalada al curri y patatas al horno, que tenía este aspecto tan sugerente (y sabía mejor).
Como ya sabéis que no soy nada golosa, pero me gustan los postres que llevan fruta y las fresas son de mis preferidas. Este lo componía un vasito con una especie de crema chantilly (perdonad mi ignorancia pastelera) y fresas confitadas. Todo ello dornado con un bizcocho, helado de nata con bolitas de chocolate y polvo de pistachos. Una verdadera delicia.
El local cuida tanto los detalles que tiene hasta sus propias botellas de agua, con un diseño así de bonito. Ya siento no haberme traído una…
Nos acompañó durante la velada un vino francés, cuya etiqueta ya está en el libro de recuerdos de Pasean2. Una cena fantástica, antes de dormir en el Castillo de Modave. ¿Se puede pedir más?
¿Conoces esta bella ciudad belga? ¿Nos recomiendas otros lugares de interés que ver en Durbuy?
Jeanneke Pis es la escultural hermana del Manneken Pis y la puedes encontrar a escasos metros de la Grand Place de Bruselas, en Bélgica.
Esculpida por Denis-Adrien Debouvrie en 1985, fue inaugurada dos años después y rápidamente se convirtió en uno de los símbolos que ver en Bruselas.
Tallada en piedra caliza azul grisácea y de unos 50 centímetros de alto, representa a una niña con el pelo recogido en coletas, orinando en cuclillas.
Cuenta la leyenda que «La fuente fue construida en honor de la lealtad. Una costumbre muy antigua dice que tu deseo se concederá si lanzas una moneda en el cuenco de la fuente». Esas monedas arrojadas por los transeúntes dan testimonio de la ternura, virtud y admiración por Jeanneke Pis.
Está situada en el Callejón de la Fidelidad, el mismo del famoso Delirium Cafe. Este bar es conocido por su larga lista de cervezas, que alcanzó las marcas en 2004 según lo registrado en el Libro Guinness de los Récords. En sus instalaciones puedes desgustar cervezas de más de 60 países, incluidas muchas belgas. Y, si la cerveza no es lo tuyo, te costará elegir entre 400 absentas, 200 whiskies, 500 rones, 300 vodkas y 450 tequilas. ¡Casi nada!
Es la única fábrica de cerveza que todavía puede visitarse en Bruselas. Se trata de Cantillon, una empresa familiar con más de cien años de antigüedad, situada en el barrio de Anderlecht, especializada en cerveza lambic.
Más de 1.300 kilos de trigo
Produce la nada despreciable cantidad de 900 hectolitros de cerveza al año. ¿Queréis saber cómo elaboran su producto estrella, lacerveza lambic? En esta caldera se mezclan 1.300 kilos de trigo y malta triturados con agua caliente, hasta que alcanza 72 grados de temperatura. Entonces, se produce la sacarificación (transformación del almidón de los granos en azúcares fermentables y dextrina). A continuación, se añade agua caliente para extraer los azúcares.
El mosto obtenido se bombea hacia las cubas de cocción que veis aquí debajo. En ellas se mantienen en ebullición unos 10.000 litros entre tres y cuatro horas. Esto provoca una esterilización del líquido y una evaporación de 2.500 litros de agua. Antes de que empiece la ebullición se añade el lúpulo viejo (20 kilos de flores por cada 10.000 litros).
7.500 litros de mosto
Esta inmensa tina de cobre rojo es la de enfriamiento, donde llegan los 7.500 litros de mosto tras la cocción y la separación del lúpulo. La temperatura ideal que debe alcanzarse se sitúa entre 18 y 20 grados. Esta operación se efectúa de noche y en la temporada fría del año (de finales de octubre a comienzos de abril). En la foto se pueden apreciar los postigos que hay en la sala y que se abren o cierran para incrementar o reducir la ventilación.
Es el momento de trasvasar el mosto a las barricas (de roble o castaño). En unos días comienza la fermentación espontánea. Al principio es tan violenta que no se pueden cerrar los toneles so pena de explosión debido a la cantidad de CO2 que se produce durante 3 ó 4 jornadas.
Cada barrica pierde entre 5 y 10 litros de líquido, como podéis ver en esta foto, antes de que empiece la fermentación lenta, que dura tres años. Ya no hay peligro de explosión y se cierran herméticamente los toneles. Ha nacido la cerveza lambic, que se embotella y embala unos metros más abajo.
En la visita a una fábrica de cerveza no podía faltar la degustación. Probamos tres variedades, a cada cual más diferente: Lambic, Gueuze y Faro.
Podéis observar que una de las cervezas es rosada. Es tradicional mezclar frutas regionales con ellas. Guindas, frambuesas y uvas son algunas de las más utilizadas. La mezcla es de 150 kilos de fruta por 500 litros de cerveza lambic. La maceración dura un mínimo de tres meses para que se pueda extraer el sabor, color y azúcar de la fruta. ¡Las tres estaban deliciosas!
La primera noche de descanso en nuestro viaje por Bélgica, gracias al concurso organizado por la Oficina de Turismo, no pudo ser mejor. Tras una deliciosa cena en el restaurante Victoria de Durbuy, nos alojamos en el Castillo de Modave.
Modave es una pequeña población de apenas 4.000 habitantes, a tan solo 14 kilómetros de Huy. Su castillo es el monumento más representativo de la zona y fue construido en el siglo XIII. Aunque remodelado por completo en 1658 de la mano de la familia De Marchin. Excepto la parte destinada a alojamiento, a la que solo pueden acceder los huéspedes, puede visitarse casi en su totalidad.
Sala de Guardia, Sala de Hércules o Salón de Recepción son de gran belleza. Y, por unos minutos, sentirás que eres de la realeza admirando su techos altos y suelos de madera. Abre del 1 de abril al 15 de noviembre, de 10 de la mañana a 6 de la tarde, así como en Navidad. La entrada cuesta 9 euros, siendo gratuita para menores de 12 años.
Una experiencia única
La antigua residencia del servicio es ahora donde se alojan los clientes del Castillo de Modave. Este es el aspecto que presentaba mi habitación, amplia y luminosa, con unas bonitas vistas al enorme jardín. El baño se divide en dos partes: aseo y zona de lavabo y bañera.
En la parte noble, donde residían ‘los señores’ y que acaba de ser reformada, se sirve cada mañana un delicioso desayuno a base de quesos, embutidos, panes recién horneados o bollería casera.
El Castillo de Modave cuenta con 22 habitaciones totalmente equipadas, incluida conexión wifi gratuita. Los precios oscilan entre los 70 euros de la individual y los 150 de la Junior Suite. ¿Lo mejor? Al estar en mitad del campo no escucharás ni un ruido. Y la vista nocturna del cielo estrellado es, sencillamente, espectacular.
Hace unos días recibimos un curioso e interesante e-mail desde la Oficina de Turismo de Bélgica invitándonos a participar en un concurso para pasar una semana disfrutando de Bruselas y Valonia. ¡No ha hecho falta pensarlo dos veces! ¿Por qué queremos visitar Bélgica? Aquí van 100 razones:
1. Beber las mejores cervezas del mundo.
2. Comer mejillones con patatas fritas.
3. Cenar a las siete…
4. Comprar alguna de las 500 variedades de bombones es un motivo más que suficiente para visitar Bélgica.
16. Probar alguna de las 3.000 variedades de cerveza que ofrece Delirium Tremens... Y salir vivitos y coleando. Uno de los imprescindibles si planeas visitar Bélgica.
17. Pillar una buena tortícolis examinando una por una las vidrieras de Notre Dame du Sablon.
50. Viajar a Lieja, la quinta ciudad más importante de Bélgica.
51. Descubrir por qué Lieja es denominada la «Atenas del norte». Y ya que estamos allí…
53. Recorrer el Archéoforum, el yacimiento arqueológico más grande de Europa.
54. Conocer la Estación de Lieja-Guillemins, diseñada por el arquitecto español Santiago Calatrava.
55. Hacer una pintoresca foto desde las escaleras de la colina Bueren.
56. Descubrir el original Museo Tchantches, dedicado a la popular marioneta creada en el siglo XIX.
57. Almorzar unas boulets de Liège (albóndigas de Lieja) aderezadas con sirope.
58. Probar el pékèt (y no emborracharnos con él).
59. Echar un vistazo a la Catedral de Saint Paul, de arquitectura gótica, punto de visita obligada en Lieja.
60. No perdernos el Palacio de los Príncipes-Obispos, una de las mejores atracciones que ver en Bélgica.
61. Conocer los hoteles flotantes de Lieja, barcos con capacidad para 18 personas.
62. Fotografiar alguno de los castillos cerca de Lieja ¡y lamentarnos de no poder vivir en uno!
63. Ver dónde empieza y dónde acaba la carrera ciclista internacional Lieja-Bastogne-Lieja.
64. Tomar el aperitivo regional por excelencia, un Maitrank.
65. Escuchar sonidos de todo tipo en la Maison de la Pataphonie, en Dinant, museo único que visitar en Bélgica y en el mundo.
66. Ya que estamos allí, probar las famosas couques de Dinant (galletas a base de miel).
67. Ver dónde nació en 1841 Adolphe Sax, inventor del saxofón.
68. Hacer una parada en la Cervecería Caracole, cerca de Dinant, donde las cubas de cobre se siguen calentando al fuego de leña.
69. Probar una tarte al djote, especialidad típica de Nivelles, en Valonia.
70. Querer tener dinero y permiso para rehabilitar el abandonado Castillo de Noisy. (Actualiación: el castillo fue totalmente demolido en octubre de 2017).
71. Olisquear por la mina Hasard Cheratte, cerrada al público y clausurada sin previo aviso en 1977 por ser una de las más peligrosas del mundo.
72. De vuelta a Bruselas, visitar el Museo de los cerveceros belgas y degustar la cerveza que incluye la entrada.
73. Alquilar una bicicleta (y no caernos).
74. Desayunar un apetitoso gofre, sin duda, una de las mejores cosas que hacer en Bélgica.
76. Apuntarnos a ‘La excursión verde’ y envidiar los espacios naturales que no tenemos en Madrid.
77. Darnos una vuelta por el Toutou Bar y flipar viendo cómo animales de cuatro patas saborean una Red Dog, cerveza solo apta para perros, a tres euros la botella.
78. Curiosear en su menú canino, que incluye hamburguesas, arroz o pasta.
79. Admirar -si sigue en pie- la impresionante Catedral de las cervezas, construida con 792.000 botellines.
80. Hacer un ‘petit’ descanso en la Plaza del ‘Petit Sablon’.
81. Degustar unas crujientes croquetas de camarones (promete).
82. Realizar el itinerario ‘El arte en el metro’ y ver cuánta creatividad anda suelta.
83. Visitar el Museo Clockarium, dedicado a accesorios de chimenea fabricados con loza y con una exposición de más de 1.200 relojes de este material.
84. Comer patatas como si no hubiera mañana -hay más de 300 variedades-, como las come de gatte o las Plate de Florenville.
85. Comprar un DVD de ‘Los pitufos’, creados por el dibujante belga Peyo.
86. Visitar el puerto de mar y, de paso, navegar a bordo del Gueuse.
87. Pasar una refrescante tarde en Océade, el parque acuático de Bruselas.
99. Comprobar que la película de Jan Bucquoy La Vie Sexuelle des Belges ¿es verídica…
100. Buscar 100 razones más para regresar a Bélgica.
¿Te animas a visitar Bélgica? ¡Seguro que estos motivos te han convencido!
*Post actualizado en 2020
50.5038874.469936
Uso de cookies
Nuestro blog también se alimenta de cookies, si continuas navegando aceptas nuestra política al respecto, pincha el enlace para mayor información.Leer más