¿Quién no ha visto ‘Casablanca’? ¿Quién no ha deseado vivir una historia de amor como la de Ingrid Bergman y Humphrey Bogart en esta mítica película? Eso mismo pensó Kathy Kriger, una diplomática norteamericana que durante su andadura profesional en Marruecos decidió reconvertir un antiguo riad en Rick’s Café, restaurante donde transcurre la película.
‘Casablanca’ se rodó en Los Ángeles
En realidad, fue rodada en Los Ángeles y ninguno de los protagonistas pisó la ciudad africana. Pero ha conseguido que su negocio se convierta en reclamo para turistas y extranjeros desplazados en Casablanca por motivos de trabajo.
Su barra, en la que también es posible cenar, invita a tomar un cóctel: Vodka Martini para mí y Tequila Sunrise para Jota. Como aperitivo sirven aceitunas aliñadas y frutos secos.
La carta de Rick’s Café es bastante escueta, con 5 o 6 opciones de entrantes, carnes y pescados a unos 15 euros cada plato. Son raciones generosas y muy bien presentadas.
Winter salad with pear, roquefort and walnuts, deliciosa y fresca ensalada de espinacas con fresas, cerezas, pera, queso Roquefort y nueces.
Jonh Dorit filet ‘Casablanca’ with black rice and curry, pez de San Pedro con arroz negro -que nunca había probado y tiene una textura sorprendente- y un ligero toque de curri.
Lamb with caramelized prunes, cordero con ciruelas pasas, que acompañan con varias guarniciones en pequeños cuencos: verduras, arroz, puré de patatas…
La carta de vinos es muy interesante, con referencias francesas, italianas, chilenas, sudamericanas y, cómo no, españolas. Al tratarse de nuestra primera noche en Marruecos fue allí donde descubrimos los de la zona, ya que no habíamos oído hablar de ellos. Pedimos un Volubilia 2007 que apuntaba buena maneras.
En el Café de Rick de Casablanca todo está cuidado hasta el mínimo elemento, desde manteles a la vajilla, pasando por una elegante decoración. Dos detalles llamaron nuestra atención de forma negativa: que el vino lo trajeran abierto (¿cómo?) y que una de las limpiadoras se pasease por el comedor de arriba con un par de rollos de papel higiénico de la mano…
No pudimos evitar sonreír cuando el pianista entonó el famoso ‘As time goes by’. No se llamaba Sam, ni era negro, pero en nuestra mente sonó la dulce voz de Bergman tarareando… ‘Play it, Sam’.
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