Durante nuestra estancia en Tokio, le suplicamos a nuestra amiga Mariko que nos acompañara al mercado de Tsukiji. Ella, antigua estudiante en Salamanca y hoy madre de dos infantes muy graciosos, suele realizar este papel de guía especializada con ilustres visitantes extranjeros. Ya que domina inglés y castellano casi a la perfección, algo raro entre las mujeres niponas.
Nos avisó, cada vez que le preguntamos por el tema, que si no madrugábamos sería imposible acceder a este centro mundial del comercio de pescado para conocerlo en plena ebullición. Sus obligaciones familiares y nuestro cansancio acumulado fueron razones más que justificadas para llegar no tan pronto como hubiéramos deseado, a primera hora de la mañana. Pero no en plena noche, como recomiendan los expertos.
Y es que las autoridades municipales se han puesto serias ante la avalancha matutina de curiosos occidentales que se agolpan a la entrada de Tsukiji para ver la subasta de atún. O has sacado tu preciada entrada de las poco más de cien que hay disponibles antes de las 5 de la mañana o es casi imposible poner un pie en este descomunal complejo. Los más astutos consiguen acceder de puntillas haciendo buenas migas con algún amable tendero. Pero, si no madrugas, mejor ni lo intentes.
Cuando llegamos, a esa hora en la que en cualquier plaza de abastos española se desayuna, la lonja más importante del mundo comenzaba a recogerse. Gracias a la inestimable ayuda de Mariko pudimos acceder por la vía rápida a los pocos puestos que todavía quedaban abiertos. Así, sin más prolegómenos, nosotros preguntábamos, ella traducía y los cansados comerciantes respondían a nuestras dudas.
El rastro de sangre fresca que todo lo impregnaba nos dio una idea de la cantidad de toneladas de atún que entran y salen a diario del mercado de Tsukiji. También hay sitio para la sabrosa carne de ballena, puestos especializados en el peligroso pez globo, escondidas piezas de tiburón, todo tipo de moluscos y más de 450 variedades marinas que impresionan a gente de secano como yo. En algún sitio escuché que en sus gigantescas instalaciones se comercializa el 30 por ciento de la pesca diaria que engulle nuestro planeta. Ejemplo elocuente de la masiva explotación que sufren mares y océanos.
Traslado del mercado de Tsukiji
Hielo, madera, acero, cuchillos, sierras, redes, anzuelos, montacargas y un sinfín de artilugios en una especie de coreografía japonesa dan vida al mercado de Tsukiji. Heredero de tradiciones que se remontan al siglo XVI y que desde 1923 abre sus puertas en el anillo central de Tokio. Concretamente, en el 5-2-1 de Chuo-ku o cogiendo la línea Oedo para usuarios del metro.
Si estás dudando en realizar esta visita no te lo pienses mucho porque todo apunta a que estas naves serán trasladadas a la isla de Toyosu, dentro del plan urbanístico previsto con motivo de los Juegos Olímpicos de 2020 que se celebrarán en la capital de Japón.
Desayunar en los aledaños del mercado de Tsukiji, imprescindible
En las calles aledañas al mercado de Tsukiji hay puestos de comida, barras para desayunar buen sushi y pequeñas tiendas que venden todo tipo de utensilios que harían las delicias de cualquier profesional de la cocina. Además de comida preparada o delicatessen como setas matsutake, las más caras del mundo a 130 euros el kilo.
Nosotros hicimos un desayuno tardío en Tsukiji Sushi Sen, que cuenta con otra sucursal en Ginza. Y disfrutamos de los platos más frescos preparados al momento delante de nosotros por manos expertas.
Tsukiji cerró definitivamente sus puertas el 6 de octubre de 2018, trasladándose a su nueva ubicación en el mercado de Toyosu. El nuevo mercado de Toyosu abrió sus puertas el 11 de octubre de 2018.
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