El hotel Martin’s Waterloo fue otra de las sorpresas del blogtrip Destino Bélgica. Este encantador establecimiento, donde cada espacio tiene su propia personalidad, ofrece 79 amplias habitaciones decoradas con muy buen gusto.
Una antigua refinería de azúcar
La historia del Martin’s Waterloo está unida a la próspera industria de la ciudad a principios del siglo XIX. En 1863, se fundó la Raffinerie Nationale de Sucre Indigène et Exotique, que compró el sitio actual donde se ubica este hotel. El edificio fue hipotecado y revendido más de una vez. Fue una planta en la que se producía leche condensada, vivero de corderos e, incluso, una empresa de demolición. También, la compañía belga de radio y televisión de lengua francesa estableció allí un estudio de cine. Tras albergar diversos servicios municipales, en 1989, el holding Louis de Waele reconstruyó el sitio por completo. Tres años más tarde, nacían Martin’s Waterloo y su restaurante La Sucrerie.
Las habitaciones más sencillas, denominadas Charming, disponen de 30 m² de espacio. Son el lugar ideal para relajarse después de una larga jornada de turismo como las que vivimos durante este fantástico blogtrip. Colores arena, muebles de madera de fresno con incrustaciones, cortinas de tafetán y lujosas colchas dan a las estancias un ambiente muy british.
La oferta gastronómica de este hotel en Waterloo la protagonizan el Sucrerie Restaurant, donde se preparan almuerzos y cenas. Y el Bar Le Club que, además de una amplia variedad de bebidas, sirve de escenario para un delicioso y completo desayuno bufet.
Nos gustó del Martin’s Waterloo
– Las amplias habitaciones y modernos baños -con ducha efecto lluvia-.
– La conexión wifi gratuita.
– El desayuno bufet… ¡con zumo de naranja natural!
– Los pequeños detalles, como bombones a la llegada, esponjosos albornoces, copa de bienvenida…
No nos gustó
– Es necesario coche para desplazarse hasta el centro de Waterloo (por ponerle un pero).
Créditos fotografías © Martin’s Waterloo Hotel
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