Ubicado en un antiguo y bellísimo edificio de 1912, el Hotel Balneario Palacio de las Salinas parece sacado de una novela de Gustave Flaubert en la que sus protagonistas acuden a la tradicional cita veraniega para ‘tomar las aguas’ y relajarse tras un largo invierno de cenas, fiestas y cacerías.
La imponente fachada de ladrillo rojo recuerda a la residencia de verano de los protagonistas de Downton Abbey o la burguesía inglesa más acaudalada. Y uno puede llegar a imaginar que las vaporosas cortinas que adornan sus largos pasillos han sido testigos de infinitas historias de amor en tiempo pasados…
Todo resulta fascinante hasta que traspasas la puerta de tu habitación… Bien visto, es cierto que te trasladas a otra época, ya sea por los años que tienen muebles, ventanas o televisión, creo recordar que con 3 o 4 canales y de unas 14 pulgadas. Sobre la incómoda cama, con una única almohada y no dos individuales (algo difícil de ver en un hotel), yacen dos desgastados albornoces. Destacable también la ausencia de minibar y lámparas en las mesillas.
El baño, de color rosa, no se queda atrás: luz tenue, cortina mohosa, alcachofa del año de la inauguración, toallas deshilachadas y un par de sobres de gel, a mayores.
¡Venga! Que no todo es malo. Las vistas desde la habitación (al menos, la nuestra) son espectaculares y dan ganas de salir corriendo de ella para disfrutar del verde césped y el sol vallisoletano.
Lo mismo sucede con la piscina y sus aledaños, ideales para tumbarse tras un refrescante chapuzón en la tranquilidad más absoluta.
Un desayuno para olvidar…
Pero volvamos a la realidad con el desayuno: pan de molde, cereales presentados en soperas, algo de fiambre y embutido, y lo peor, ¡bollería industrial! Ausencia absoluta de platos calientes, zumos naturales, yogures, leche desnatada, pan integral…
Vayamos a la joya de la corona, el balneario. Inaugurado en 1891, dispone de una piscina termal cubierta. En ella puedes realizar un circuito programado de noventa minutos con camas de burbujas, río contra corriente, cuellos de cisne, pediluvios y zona de relajación, además de sauna. Si no dispones de gorro de baño, como era nuestro caso, prepárate para comprarlo por 2 euros.
Menú del restaurante Balneario Palacio de las Salinas
A pesar de todo lo anterior, decidimos probar el menú del mediodía en el restaurante. Por 25 euros/persona -vino aparte- hay cuatro primeros y cuatro segundos a elegir. Los platos no estuvieron mal, pero por ese precio pudimos comprobar que en Medina del Campo puedes comer realmente bien.
Así que, y mira que no nos gusta ser duros, este es el resumen de nuestra estancia en el Hotel Balneario Palacio de las Salinas:
Nos gustó
– El edificio, el jardín y la piscina.
No nos gustó
– Todo lo demás.
Teniendo en cuenta que íbamos con un cofre regalo (de unos amigos) y, aunque «a caballo regalado no le mires el diente», hemos de ser sinceros y confesar que la experiencia no pudo ser más decepcionante. Es una pena que, con unas instalaciones tan espectaculares, no se cuide ningún detalle y no den ganas ni de volver o recomendarlo.
Se encuentra a 4 kilómetros de Medina del Campo y a 160 de Madrid. Valladolid está a unos 40 minutos en coche.
Deja una respuesta