El Jardín Majorelle está situado en la Rue Yves Saint Laurent de Marrakech. Es una de las principales atracciones turísticas de Marruecos.
Historia del Jardín Majorelle
En árabe su nombre es حديقة ماجوريل. Fue diseñado por el pintor francés Jacques Majorelle (Nancy, 1886) quien tras estudiar arquitectura, viajar por Europa y descubrir Egipto aceptó la invitación de un amigo de su padre para adentrarse en la medina de Marrakech. Con poco más de treinta años se instaló en esta mítica ciudad marroquí. Primero, muy cerca de la plaza Jemaa el Fna, y luego en el palacio del Pasha Ben Daoud. Durante meses, pintó la vida en esta parte del Norte de África, sus aldeas, gentes y mercados. Recorrió el Atlas, expuso en Casablanca y, en 1923, adquirió un palmeral a las afueras de Marrakech.
Amplió su propiedad hasta las 10 hectáreas y construyó una casa de estilo local, además de un taller de reminiscencia bereber. En 1931, Jacques encargó el diseño de su chalet al arquitecto Paul Sinoir. Bajo las premisas del movimiento art déco y la influencia de Le Corbusier.
Comienza al mismo tiempo la concepción de su obra definitiva, casi eterna: el Jardín de Majorelle. A lo largo de varias décadas, aquel palmeral fue integrando, en perfecta armonía, plantas de todo el mundo hasta convertirse en un tesoro botánico a pocos kilómetros del más voraz de los desiertos.
Accidente fatal
El elevado coste de su mantenimiento y el fatal accidente automovilístico de su creador obligó a malvenderlo, cerrarlo y enterrarlo en el olvido allá por los años 60. Tuvieron que pasar dos décadas para que el modisto Yves Saint-Laurent y su pareja, Pierre Bergé, iniciaran la recuperación de este oasis floral.
Dicen que el azul intenso que se observa en las paredes de la villa fue una creación muy elaborada de su propietario, fascinado por el arte en movimiento. El jardín original, casi idéntico al actual, ofrecía varios ambientes, con el agua como protagonista. Destacan la buganvilla o el jazmín en contraste con el cactus o el bambú.
Hoy en día el Jardín Majorelle esconde centenares de especies botánicas, da cobijo a pájaros desconocidos en otras latitudes y alberga un museo de arte bereber repleto de abalorios, ropajes, cerámicas, textiles y bocetos hechos por su fundador.
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