Rocío Persson, una de las blogueras que mejor conoce Japón y su gastronomía, nos había recomendado una visita a Omoide Yokocho. También es conocido como Memory Lane o, más coloquialmente, calle de los yakitori o ‘callejón del pis’. Tranquilos, parece ser que, antiguamente, los hombres orinaban en la calle. Pero, en la actualidad, hay varios baños públicos que hacen que esa denominación vaya quedando en simple anécdota.
Situado en el lado occidental de la estación de Shinjuku, se trata de una estrecha calle repleta de pequeños bares e izakayas (hay más de 60) donde degustar todo tipo de pinchitos y brochetas (yakitori). Nosotros nos plantamos allí sabiendo que iba a ser complicado hacernos entender, pero siempre aparece algún ‘ángel’ cuando menos lo esperas…
Ninguno de los locales admite reservas, por lo que es aconsejable echar un vistazo desde fuera y ver cuál de ellos tiene mejor pinta. Nosotros nos fiamos por el que más clientes tenía, sentados a la barra y muy juntos unos de otros. Allí nos hicimos fuertes y empezaron las dudas, ya que la carta sólo estaba disponible en japonés.
Casquería en forma de yakitori
Al ver la cara que se nos debió de quedar, un par de oficinistas de afterwork nos preguntaron de dónde éramos y empezaron a traducir el nombre de los platos con Google Translate. De esa forma supimos que la mayoría de los pinchos eran de lo más ‘apetecible’: mollejas, hígado, corazón, intestino…
A mí se me quitaron las ganas de cenar, pero he de reconocer que estaba tan a gusto que ni me importó. En otros restaurantes sí que había posibilidad de probar pollo o pescado. Pero no en el que habíamos elegido, así que tuve que conformarme con un plato de tomate y, eso sí, sake a discreción, ya que llenan los vasos a rebosar.
Como nuestros dos nuevos amigos nipones vieron que apenas había probado bocado, se ofrecieron a acompañarnos al callejón colindante, donde poder degustar ‘comida normal’. Se trataba de una izakaya en la que, aconsejados por ellos, sí probamos platos como los que habíamos tomado a lo largo del Lovers in Japan, como estos sashimis tan frescos.
Fue una noche tan surrealista que, cuando nos acordamos, todavía nos reímos. De la forma que menos esperas, puedes entablar una conversación con extraños y terminar la velada compartiendo tren de vuelta a casa, como nos ocurrió. De no haber sido por ellos, todavía estaríamos pensando qué cenar…
Deja una respuesta