Una buena idea si estás en San Francisco es pasear desde el Pier 1 (primer muelle) hasta Fisherman’s Wharf. Este concurrido punto de encuentro es perfecto para comer marisco de pie en la calle o sentado a una de las mesas de The Franciscan Crab Restaurant(Pier 43). Fundado en 1957, este establecimiento recoge la tradición gastronómica de la famosa bahía californiana, a muy escasos metros del histórico Puerto de San Francisco.
Nuestra sugerencia es que según entres a The Franciscan Crab Restaurant pidas unas buenas vistas a la prisión de Alcatraz. Y, también, unos prismáticos para sentir en tu piel el encierro que sufrieron en aquellos muros mafiosos de la talla de Al Capone.
Los mariscos más frescos de Fisherman’s Wharf
Tras comprobar los seis metros que miden las cristaleras, es el momento de elegir los platos y el vino en esta parada culinaria. En su carta encontrarás curiosas formas de presentar el cangrejo (dungeness crab y crispy crabcakes), fotogénicas ostras, coloridos mejillones, buenos pescados y variados mariscos. Además, excelente pan o sorprendente embutido.
Comenzamos con un ligero entrante, octopus condito, pulpo a la vinagreta franciscana con salsa de ajo. Mientras lo saboreas, no olvides deleitarte con el lento navegar de los veleros.
Seguidamente llegó la sopa de almeja al estilo clásico, utilizando tan solo una pequeña hogaza de pan a modo de recipiente. El inmenso y humeante ‘cuenco’ que ves más abajo llevó más de media hora despacharlo.
Por si nunca la has probado, has de saber que la clam chowder es un tipo de sopa espesa compuesta de almejas y caldo. Además, se le añaden patatas y cebollas. Resulta deliciosa y aporta una buena dosis de energía.
Una de las especialidades de este restaurante de Fisherman’s Wharf son los platos preparados ‘a la sartén’. Esta se lleva a la propia mesa, consiguiendo que los mariscos no se queden fríos. Nosotros pedimos dos: una de cangrejo y otra de gambas y mejillones.
Maridamos esta entrada con un chardonnay procedente del cercano Valle de Napa, tan fresco como apto para todos los bolsillos. Y en copa conmemorativa del 50 aniversario del restaurante.
Lo dicho, disfrutad del lugar porque merece la pena. Mientras, seguimos pensando cómo nadie pudo escapar de La Roca, si parece tan cercana…
Si no te apetece comer a la carta en este restaurante de Fisherman’s Wharf, puedes optar por su menú a precio fijo. Por 39,95 dólares, y compuesto de entrante, principal y postre.
Shunka fue el primer restaurante japonés en Barcelona que conocimos hace unos cuantos años. Desde entonces sigue estando considerado uno de los mejores de España e, incluso, ha tenido un hermanito. O mejor dicho, un hermano mayor. Si la anterior vez probamos el menú degustación del eleganteKoy Shunka, en este viaje decidimos volver al original. No tener buenas fotos para un post era la excusa perfecta.
La barra de Shunka, su mejor mesa
Cometimos el error de no reservar con tiempo suficiente y tuvimos que cenar sentados a una mesa. Lo que no tiene el mismo encanto que la barra y el espectáculo que eso conlleva. Pero aún así volvió a ser una experiencia gastronómica inmejorable por la calidad del producto que ofrece y la técnica con la que se cocina.
Compartimos un tartar de atún, casi bañado en una deliciosa salsa de soja con cebolla cruda. Puede parecer un plato sencillo ahora que los tartares están de moda. Pero el perfecto corte de este codiciado pescado y el contraste con el líquido salado lo convierten en un plato fino, suculento y especial.
El carpaccio de salmonete con salsa ponzu y hoja de wasabi de este restaurante japonés en Barcelona resulta espectacular. La frescura de este ‘pequeño salmón’, junto a la acidez del ponzu y el ligero picor del wasabi, hacen de él un mordisco delicioso.
No sé si fue aquí donde probamos por primera vez una tempura de langostinos y verduras. Puede que por eso ya no nos sorprenda tanto o que la hayamos tomado en tantos sitios que a estas alturas nos deje indiferentes. Sí que han aprendido a poner la salsa aparte para que el rebozado no se ablande.
La vieira salteada con setas fue toda una sorpresa. Sobre todo, por la forma en que se presenta: en su propia concha. Colocada sobre un ‘pequeño fuego’ que mantiene caliente el contenido, de intenso sabor a shiitake. Deliciosa.
No podíamos irnos sin el clásico nigiri de anguila, una de las creaciones más famosas de Shunka. Ligeramente soasado es un auténtico bocado de dioses.
De postre, un refrescante sorbete de yuzu, cítrico que nos encanta, sobre una galleta de sésamo.
Nos dejamos acompañar por un blanco del Penedés, un Gessamí de Bodegas Gramona.
Shunka está situado en el número 5 de Carrer del Sagristans, a un tiro de piedra de la Plaza de Jaume I. Imprescindible para los amantes de la comida nipona. Imprescindible si buscas restaurante japonés en Barcelona.
En una nueva incursión por el sur de España, esta vez el destino elegido fue la ciudad de los califas. Tras visitar los lugares más típicos, como la Mezquita, Puente Romano o Alcázar de los Reyes Cristianos, nada mejor que comer en Córdoba. ¿Y dónde? En típicas bodegas donde saborear salmorejo, flamenquines, frituras y todas las delicias que ofrece la gastronomía andaluza.
Bodegas Campos
Con más de cien años de vida, Bodegas Campos es uno de los restaurantes en Córdoba cercanos a la Catedral. A pesar de sus grandes dimensiones, cenamos en un coqueto y acogedor comedor ante la ‘mirada’ de decenas de antiguas fotografías.
Aquí el salmorejo se presenta con gelatina de vinagre, además de huevo cocido y un puñado de jamón ibérico. Uno de los mejores que hemos probado, aunque es difícil encontrar en la ciudad andaluza un lugar donde lo preparen mal.
La ensaladilla con ventresca de atún y gambas podría estar en el ‘top ten’ de las mejores de España, cremosa, suave y muy fresca. Ideal el toque de cebollino.
Espectacular el flamenquín de pollo con pimientos, relleno de esta variedad de verdura roja, verde y amarilla. Se acompaña de mayonesa y patatas fritas caseras.
Los calamares fritos con ralladura de limón estaban tiernos, pero un pelín insípidos para nuestro gusto.
La carta de vinos es amplia y variada. Elegimos un Marqués de Riscal, perfecto acompañamiento.
Bodegas Campos está en el número 32 de la calle de los Lineros. Es aconsejable reservar.
Sociedad Plateros
Ubicado en un edificio que data de 1874, la Taberna Sociedad de Plateros es una típica casa de comidas con tapas y raciones tradicionales de la zona para comer en Córdoba. Y una especialidad, el bacalao, que preparan de más de treinta maneras diferentes. Cuenta con alrededor de trescientas barricas donde se crían los vinos Peseta, Platino y Oro Viejo, de la D.O. Montilla Moriles.
En su carta, auténticos platos cordobeses con el encanto de la cocina casera, como berenjenas fritas, flamenquín, rabo de toro al oloroso, salmorejo cordobés con jamón del Valle de los Pedroches, riñones al Jerez, puntillitas de solomillo…
Probamos revuelto de bacalao, jugoso y con patatas paja.
Salmorejo cordobés con jamón del Valle de los Pedroches, igual de sabroso que todos los que probamos.
Japuta en adobo, delicioso pescado que no estamos acostumbrados a encontrar en Madrid.
Croquetas de rabo de toro, crujientes y muy cremosas. Perfectas.
Para beber elegimos un vino de la tierra de Cádiz. La carta de blancos es bastante limitada.
Sociedad Plateros ofrece, además, más de 20 platos aptos para celíacos. Se encuentran en el número 25 de la calle de María Auxiliadora.
Bodegas Mezquita
Esta empresa familiar, que cuenta con cinco locales, apuesta por la tapa como estrella de su oferta gastronómica para comer en Córdoba. Ofrece cocina tradicional, fusión de las culturas cristiana, judía y árabe.
Ibéricos, fritos, platos típicos como flamenquín o rabo de toro, ensaladas, carnes o pescados tienen cabida en una carta que entra por los ojos y de la que apetece probar todo.
Ensalada de naranja y ventresca
Salmorejo blanquiverde, en honor al Córdoba Club de Fútbol
Arroz de perol cordobés (con ibérico y setas)
Boquerones al limón estilo sefardí
Naranjas a la antigua (con aceite de oliva, azúcar y canela)
También disponen de una tienda gourmet donde comprar alguno de los productos con Denominación de Origen que utilizan en sus creaciones. Como jamón de los Pedroches, aceite de Oliva Virgen Baena o vinos de Montilla Moriles. Puedes consultar las direcciones de sus restaurantes en Córdoba aquí.
Los días malos pueden arreglarse con una gran cena -imprescindible también una grata compañía- que te haga recordar solo los buenos momentos. Teníamos ganas de probar Chifa Madrid desde hacía tiempo y fue la excusa perfecta para olvidar un pésimo jueves. Ubicado en un pequeño local donde inició su andadura Sudestada, es uno de los sitios de moda desde que se inauguró.
Fusión peruana y china en Chifa Madrid
Chifa es un término utilizado en Perú para referirse a la cocina adaptada al paladar peruano por los inmigrantes chinos. Y también para denominar a los restaurantes donde se sirve este tipo de comida. Así que no hace falta explicar qué linea sigue el establecimiento ubicado en el número 64 de la calle de Modesto Lafuente.
La carta de Chifa
El menú de Chifa Madrid, aunque reducido, se compone de propuestas de lo más frescas y sorprendentes. Son, concretamente, 14 platos que no están sujetos a la temporada, salvo 3 que se ofrecen a diario fuera de carta. Dumplings chinolatinos con salsa de chiles ahumados, tacos de cordero anticuchados, arroz chaufa o curri rojo de carrillada, heredado del desaparecido Sudestada.
Al ser nuestra primera vez nos dejamos asesorar por la camarera, que nos explicó al detalle cada uno de los platos que pedimos.
Ceviche algueado, con corvina, vieiras y pulpo. El típico ceviche mixto de los peruanos, deliciosa mezcla de sabores ácidos y picantes, una auténtica virguería repleta de matices.
Escabeche filipino de bonito, servido con pan artesano. Original y potente, con un pescado tierno y meloso que deja un sabor de boca inolvidable.
Empanadillas de pollo y cuitlacoche (especie de hongo comestible, parásito del maíz), que se comen agitándolas previamente para que se distribuya el líquido que las rellena. Después, se muerde una de las puntas y se añade salsa picante en su interior. Se recomienda acompañar cada bocado con la lechuga de guarnición y notar así el contraste con el vinagre que la adereza.
Cuadril saltado, madurado 60 días, y servido con sillau (salsa de soja), vinagre y patatas fritas. El punto de la carne, cortada en grandes trozos, era realmente bueno y jugoso. Junto a un puñado de trompetas de la muerte, grandes tiras de cebolla y kilos de cilantro. Un plato de diez.
Para beber nos dejamos seducir por un suave rosado francés. La oferta de vinos de Chifa Madrid es bastante escueta y nada barata.
Como no somos de postres, preferimos acabar la cena con un par de batidas mojaditas, un híbrido entre batida y mojito. Se prepara con cachaça, lima, maracuyá y menta, refrescante colofón final.
Si puedes, te recomendamos sentarte a la barra de Chifa Madrid. Las mesas son diminutas y están muy pegadas entre ellas, por lo que esta opción es un pelín más íntima y puedes contemplar la actividad de la cocina. Mejor reservar.
No recuerdo dónde leí que en Elephant and Castle preparaban unas alitas de pollo memorables, pero lo creí a pie juntillas y allí me planté en mi primera visita a Dublín hace ya unos cuantos años. Entonces viajaba sola y me llevé las que sobraron, ya que la ración era generosa y me negaba a desperdiciarlas. Regresar con Jota a lugares que he visitado antes supone la ventaja de ir ‘a tiro hecho’. Y, también, saber con seguridad que no va a quedar nada en el plato.
Aquí tenéis las spicy chicken wings in a basket, estrella indiscutible de Elephant and Castle, que sirven con una tira de apio fresco y salsa muy picante que te hará chuparte los dedos. Tienen buena pinta, ¿verdad?
También compartimos un par de platos más: crisp calamari salad with miso vinaigrette, ensalada tibia de calamares crujientes con vinagreta de miso.
Maryland crabcakes with ruby slaw and smoked spicy mayonnaise, pastelitos de cangrejo rebozados acompañados de lombarda y mayonesa picante, suaves y deliciosos.
La oferta de vinos en Elephant and Castle, como en todo el país, se reduce a australianos, chilenos, sudafricanos, franceses o italianos. Nos decantamos por este de las Antípodas de uva shiraz. Su hermana francesa, syrah, proviene de las zonas frías del país, mientras que esta lo hace de las cálidas.
Como es costumbre en nosotros regresamos otra noche a Elephant and Castle para engullir más alitas y probar un par de hamburguesas caseras que pintaban estupendas. Estaban buenas de verdad.
En esta ocasión nos dejamos acompañar por un recio vecino galo.
El restaurante se encuentra en el número 18 de Temple Bar Street, con una inconfundible fachada de azulejos blancos.
Elephant &Castle cuenta con varias sucursales en Dublín, además de la Temple Bar, en Rathmines, Monkstown, The Beacon, The Mayson (North Wall Quay), Churchtown, Blanchardstown Shopping Centre y Bray (located in MC’s & Harvey’s). También puedes encontrarlos en Cork.
Si algo hicimos durante el Eyre Trip, además de disfrutar de bellísimos paisajes, fue comer de maravilla. La comida típica irlandesa está llena de sorpresas. Y, sobre todo, hay que aprovechar las ciudades costeras y lugares como Mc Donagh’s para degustar pescados y mariscos de primera sin que por ello duela el bolsillo.
El mejor fish&chips de Galway
Habíamos leído que uno de los mejores restaurantes en Galway era Mc Donagh’s. Con 111 años de vida y especializado en fish&chips, está dividido en dos zonas: una para cómida rápida y otra ‘más formal’.
En la de fast food existen 6 variedades de pescado y patatas (cocinados con mantequilla). Además de pollo, salchichas y sopa del día con el tradicional ‘pan marrón’. Para acompañar: salsas de ajo o curri, aros de cebolla, ensalada de col o puré de guisantes.
Probando los mejillones de Clarenbridge
Nosotros preferimos la tranquilidad del comedor y la carta más amplia para compartir wild Clarenbridge mussels, mejillones salvajes de esta localidad a unos diez minutos de Galway. Cocinados al vapor con ajo suave, chile, lemongrass y leche de coco, diferentes de todos los que hemos probado.
Seared scallops with black pudding, vieiras a la plancha con lo que sería la versión irlandesa de nuestra morcilla. Se adorna con crema balsámica de Módena, consiguiendo una mezcla de sabores fascinante. Es uno de los platos que más recordamos del viaje, una delicia.
Mc Donaghs scampi, gambas de la bahía de Dublín y pescado blanco rebozados. Acompañados de Marie Rose Sauce -salsa rosa o cóctel- y patatas fritas.
La carta de vinos se reducía a varios extranjeros -de Italia, Francia y Chile- y elegimos este de Sudáfrica.
El local está decorado con motivos marineros. Y los manteles de papel muestran historias relacionadas con la pesca o su manera de limpiarla o cocinarla. Perfectos para saber cómo abrir ostras o pelar gambas correctamente.
Nos gustó tanto la comida típica irlandesa de Mc Donagh’s que regresamos otra noche para repetir vieiras y probar su afamado fish&chips. En nuestro caso cod&chips, jugoso trozo de bacalao blanco y fresco. Nada tiene que ver con este plato inglés que suele servirse grasiento y salado. Aquí se presenta con puré de guisantes y ensalada.
Pedimos también pan fried mackerel, caballa con chutney caliente sobre una base de arroz con cilantro. Fue el plato que menos nos gustó, quizás porque no estamos acostumbrados a este tipo de pescado de sabor fuerte.
En esta ocasión, nos dejamos acompañar por un fresco chileno.
El precio, teniendo en cuenta que el vino no baja de los 20, es de unos 25 euros por persona. Pero la calidad de la comida merece la pena sin ninguna duda. Mc Donagh’s se encuentra en el número 22 de Quay Street.
Quedan cada vez menos sitios auténticos donde disfrutar comida casera de verdad, de la que hacen madres o abuelas con mimo durante horas. Uno de esos lugares es la Taberna La Fernandica, en la localidad salmantina de Ledesma.
Una casa de comidas con tres generaciones a sus espaldas
Tres generaciones han regentado esta humilde casa de comidas donde sin rascarte el bolsillo puedes comer en abundancia platos de toda la vida. Y cuando la definimos así es porque es verdad, se trata de una típica casa de pueblo con tres habitaciones convertidas en comedores, baño y cocina de leña. No te extrañe que te sienten a la entrada de la misma, ya que siempre está lleno, pero no te importe lo más mínimo.
No hay carta ni lista de precios. Mari Tere -hija de Tere, el alma del local- te recitará los platos de memoria y te apetecerá probarlos todos: entremeses, alubias, sopa castellana, rabo de toro, chuletón, codornices, solomillo en salsa…
¡Una de huevos con limones!
La primera vez que fuimos a Ledesma descubrimos los huevos con limones, un bocado típico de los Corpus que, dicen, es perfecto para depurar el organismo tras una noche de fiesta. Desde entonces no faltan en nuestra mesa de La Fernandica cada vez que vamos. ¡Nos encantan!
Sopas de ajo, en Salamanca es habitual que lleven trozos de jamón y huevo escalfado.
Patatas revolconas, hechas casi puré y bastante picantes, deliciosas.
La estrella de La Fernandica es, sin duda, su mesa de quesos -barra libre- con muchas variedades de Castilla y León. Y donde, como dice Tere, hay que probar el que se sirve a la Casa Real.
Mesa de quesos
Flan y membrillo caseros a discreción (coma todo lo que quiera) antes del café de puchero y unos chupitos.
Durante toda la comida Tere se acercará a tu mesa para preguntar qué tal está todo y repetir sus frases más famosas. «¡Hijos, es que no coméis nada!» o «Come, hija, que estás más delgada que la Schiffer». Lo dicho, comida casera y trato familiar por 20 euros/persona. ¿Alguien da más por este precio?
Dato importante: no aceptan pago con tarjeta de crédito.
Su dueño, napolitano, es quien lleva las riendas del negocio, mientras que su mujer se encarga de la cocina. Su carta ofrece una gran variedad de platos sencillos, pero muy suculentos y, sobre todo, caseros. La decoración de Alle Fratte di Trastevere no es gran cosa, pero dispone de una coqueta terraza donde disfrutar de una agradable comida sin el insoportable ruido del tráfico romano.
Una frasca de vino tinto de la casa acompañó al menú que comenzamos con esta bruschetta mixta, con tomate natural, judías y paté de champiñones.
Calamari Gaeta, guisados con salsa de tomate y aceitunas, ligeramente picantes.
Mejillones al vino blanco, con una deliciosa salsa de ajo y perejil.
Trippa a la romana, nuestros callos de toda la vida. Pero cocinados con vino tinto, tomates, apio, menta y terminados con queso parmesano rallado.
Alle Fratte di Trastevere se encuentra en Via delle Fratte di Trastevere, 49. Es la misma calle de otra trattoria que nos encantó, Popi Popi, fuera del circuito turístico que ofrece la capital italiana. Merece la pena perderse hasta encontrarlos. ¡No te arrepentirás!
En nuestra primera noche en esta ciudad, nos plantamos en uno de los restaurantes en Florencia con más encanto. Una auténtica taberna toscana, en pleno centro de la ciudad y a escasos metros del apartamento en el que nos alojamos.
Coco Lezzone no tiene nada que ver con los restaurantes italianos que abundan en nuestro país. Se trata de una casa de comidas con mesas corridas y manteles de cuadros. Y, si tienes suerte, puedes cenar codo con codo junto a Anthony Hopkins, Giorgio Armani o alguno de los famosos que han visitado el local y cuyas fotos decoran sus paredes.
Negocia familiar con varias generaciones a sus espaldas
Este es el negocio familiar de los Paoli, -en el que la abuela se encarga de la caja, el hijo de los pedidos, la nuera de la cocina y el nieto de sentar a los comensales-. Ofrece una amplia carta repleta de bocados tradicionales de Florencia difíciles de entender si no conoces el idioma. Nosotros pedimos ayuda y preguntamos por los más populares. Estos fueron los que nos aconsejaron y que nos encantaron de principio a fin:
Zuppe tipeche Fiorentini, una especie de puré a base de judías, tomate, pan y acelgas, realmente delicioso.
Crocchette di filetto, lo que vienen a ser unas albóndigas gigantes de ternera y albahaca. Tiernas, jugosas y acompañadas por una espectacular salsa de tomate. Como veis, ésta es habitual en cada plato, aunque su sabor varía dependiendo de la especias que le añadan.
Ossobuco a la fiorentina, caña de ternera cocinada con mantequilla, aceite de oliva y vino blanco. Después se le añade salsa de tomate con una mezcla de perejil finamente picado, ajo y ralladura de limón. Otra delicia para el paladar.
Terminamos con un trío de quesos italianos, pecorino senese, parmigiano y stracchino. Un pequeño capricho para poner el broche de oro a una cena que nos enamoró para siempre de una gastronomía local alejada de la pasta y la pizza. Y a la que resulta complicado acceder en España.
Para beber ofrecen un puñado de vinos de la zona y uno de la casa, tinto Fiaschetto. A pesar de que nos lo habían recomendado desde España no nos atrevimos con el plato estrella, bistecca alla Fiorentina, que hay que encargar con antelación y, como bien se indica en la carta, solo se sirve al sangue, y ya sabéis que no somos amigos de la carne casi cruda…
Coco Lezzone está situado en el número 26 de la Via del Parioncino. No acepta tarjetas de crédito ni sirve café, aunque puede pagarse con moneda extranjera.
¿Conoces otros restaurantes en Florencia que nos recomiendes? Estamos deseando leer tus comentarios.
A finales de octubre, cuando el frío ya se ha instalado definitivamente en algunas ciudades como Madrid, la idea de poder comer en una terraza al sol malagueño puede parecer una locura. Pero con un poco de suerte, y un corto viaje en AVE, es posible. Nosotros la tuvimos y disfrutamos de un almuerzo en ‘mangas de camisa’ en el restaurante Andrés Maricuchi. Se encuentra en la Playa de Pedregalejos, antiguo barrio de pescadores al Este de la ciudad.
Su especialidad son pescados y mariscos frescos. Y, cómo no, uno de los atractivos de la zona, los espetos. Para los que no sepáis qué son -yo lo descubrí hace pocos años- se trata de pescado clavado (espetado) en un palo y asado a la brasa. Es típico que esta tarea se realice en una barca a pie de playa y, en este caso, enfrente de los comensales.
Lo que vais a ver a continuación son los platos que probamos en Andrés Maricuchi, productos muy frescos y cocinados sin florituras, auténtica cocina malagueña.
Tomate aliñadoEspeto de sardinasAlmejas de Málaga a la marineraSalmonetesBlanco D.O. Sierras de Málaga
Excelente comida, inmejorable ubicación, buena atención y, todo ello, comer espetos frente al mar. ¿Qué más se puede pedir?
Conocer la gastronomía italiana más allá de la pizza y la pasta era uno de los objetivos que nos marcamos en el Azurrotrip. Habíamos leído verdaderas maravillas sobre la cocina de este país y yo no pude comprobarlo la anterior vez que lo visité. Y, si algo ofrece Popi Popi, es auténtica comida romana.
Una pequeña joya escondida en el Trastevere
El Trastevere, barrio donde se encontraba el apartamento en el que nos alojamos en Roma, está lleno de pequeños restaurantes y encantadoras terrazas. En ellas, los visitantes disfrutan de una buena cena o una copa de vino mientras contemplan a los cientos de transeuntes que circulan por él. En el número 45 de la Via delle Fratte di Trastevere se encuentra Popi Popi, una de esas tabernas frecuentadas por más lugareños que turistas.
Como está situado en una pequeña calle sin apenas tráfico, nos sentamos fuera, bajo la tenue luz de un encantador farolillo. Aunque para muchos es una de las mejores pizzerías de la ciudad preferimos pedirle sugerencias a nuestro camarero. Y no pudo asesorarnos mejor.
Bruschetta de tomate y albahaca, imprescindible en cada una de las comidas que hicimos en Italia.
Carpaccio de pulpo, servido con rúcula y limón, delicado, suave y sabroso.
Calamares a la romana,como no podía ser de otra manera en la Ciudad Eterna. Recién hechos, tiernos, inolvidables…
Boquerones, gratinados al horno con tomate natural, frescos y deliciosos.
Un tinto embotellado especialmente para Popi Popi fue el acompañamiento perfecto de la noche.
Tinto Popi-Popi
¿El precio? Algo menos de 50 euros. Habrá quien piense que no es barato. Pero a nosotros la relación calidad-precio nos pareció fantástica. Y, lo más importante, no es el típico establecimiento lleno de turistas que hacen fotos a la comida… como nosotros.
Si quieres ver más detalles de su carta, así como los productos con los que trabajan en Popi Popi, echa un vistazo a su perfil de Instagram.
Como sabéis Candelario es, después de Madrid, Salamanca y Léon, nuestra segunda casa. En ella nos sentimos como pez en el agua, paseando por sus empinadas calles, bebiendo de sus fuentes, contemplando los paisajes naturales y disfrutando de su excelente y variada gastronomía como la que ofrece La Artesa.
Ya os hemos hablado de algunos de sus restaurantes, en los que abundan los platos micológicos, guisos típicos de la zona, como el calderillo bejarano, asados o truchas de río. Pero lo tradicional no tiene por qué estar reñido con la innovación, y enLa Artesa dan buena muestra de ello. La carta es completa y muy variada, con propuestas tan sugerentes como ensalada de pechuga de gallo escabechada con rulo de cabra y piñones; lomos de sardinas ahumadas sobre kumato; albóndigas de retinto con ragut de calamar o milhojas de solomillo de ternera con foie y setas
Durante la época estival habilitan una carpa en el jardín, convirtiéndolo en un coqueto y romántico espacio en el que disfrutar de los mejores manjares con el único sonido del agua de la fuente que lo preside.
Comenzamos con tres entrantes frescos, de cuidada textura y presentación, y a cada cual más delicioso.
Ajoblanco con langostinosSalmorejoGazpacho de cerezas del Jerte y licor
Seguimos con bacalao confitado con crema de aceite de oliva y tripas estofadas, una tajada fresca, muy bien cocinada y contundente.
Atún rojo a la plancha con reducción de Módena y sal Maldon, sorprendente y delicioso.
Pluma ibérica con salsa de Torta de la Serena, jugosa y tierna, con el exquisito toque del queso de oveja servido en cucharita.
Postres ideales para los más golosos
Los postres son apetecibles cada uno de ellos, pero había que elegir… Mousse de chocolate con natillas inglesas, ideal para los adictos al azúcar.
Sorbete de mojito
Crema de mascarpone con mango helado y azafrán, genial la idea de la fruta helada y el color que adquiere la mezcla por el toque de la cotizada especia.
Chupitos de hierbas, inspirados en la Torre de Pisa, invitación de la casa
Nuestro acompañamiento, un Viña Pomal Reserva 2006, excepcional.
Viña Pomal Reserva 2006
La factura para tres personas fue de 112 euros, una relación calidad-precio fantástica.
En Candelario también hay restaurantes en los que se puede comer menú del día por 12 euros, como El Ruedo. Si preferís las populares carnes de la zona, no dejéis de visitar La Posada de Candelario o La Candela.
La Artesa es también un hotel rural con siete habitaciones y está situado en pleno centro del pueblo, en el número 37 de la Calle Mayor.
A 17 kilómetros de Salamanca, en Cuatro Calzadas -término de Martinamor- se encuentra el Mesón Viejo del Jamón, un restaurante ‘de los de toda la vida’, por el que a lo largo de los años han pasado miles de personas que transitaban la Ruta de la Plata en uno u otro sentido.
A pesar de que la construcción de la autovía que lleva hasta Béjar hace que ya no se pase delante de él, merece la pena coger un pequeño desvío para ir a disfrutar la joya de la casa, el jamón ibérico, además de otros embutidos y sus excelentes carnes.
Jamón ibéricoQuesoMollejasCochinillo asadoSolomillo de ternera a la pimienta
Nosotros lo acompañamos de una jarra de vino de la casa, un pelín dulce, pero todo un clásico en nuestros viajes a Candelario. El precio medio es de unos 30 euros por persona, aunque disponen de menú del día y menú infantil.
En verano, además, puedes aprovechar para tomar un cóctel en su encantadora terraza, El Jardín de Gabriela. Si has llegado hasta el Mesón Viejo del Jamón con niños, aprovecha para que disfruten con piscina de bolas, consolas e hinchables, en la zona especial habilitada para ellos.
Y si te ha gustado el embutido tanto como a nosotros, en su tienda puedes llevarte a casa la mayoría de productos de su carta envasados al vacío.
Gumbo es el nombre que recibe la sopa tradicional de Nueva Orleans, colonia española y más tarde francesa tras muchos avatares. Famosa por ser la cuna del jazz (Louis Armstrong es uno de sus hijos más ilustres), la cocina criolla y por qué no, una de las fiestas más multitudinarias y liberales de los Estados Unidos, el Mardi Gras.
De la fusión hispana, francesa, mediterránea, caribeña, africana y americana solo puede salir algo bueno. Como algunos de sus platos más populares: étouffée (marisco con arroz) o jambalaya (guiso de carne o pescado con chile fuertemente sazonado).
Hace ya algunos años que Matthew Scott, nativo de la capital de Luisiana, se plantó con su peculiar bandana en este local del número 15 de la madrileña calle Pez para darnos a conocer lo mejor de la cocina sureña en Gumbo Madrid.
Si hay una mezcla de sabores que me ha resultado imposible olvidar desde que la probé por primera vez es la de sus crujientes tomates verdes fritos. El suave rebozado en harina de maíz y la espectacular salsa remoulade de gambas, potente donde las haya y que no recuerda a ninguna otra que conozca, lo convierte en un plato realmente adictivo.
Fuera de la carta, en la pizarra que decora el restaurante, anunciaban solomillo Armstrong. Ya habíamos disfrutado anteriormente el lomo de buey bronceado (buenísimo). Y nos decidimos por esta sugerencia en cuanto nos explicaron que la carne estaba maridada en diferentes especias y asada con hierbas a la brasa. Sencillamente exquisito y muy jugoso, aunque en la foto no parezca nada del otro mundo.
Nos llamó la atención en Gumbo Madrid el cangrejo de caparazón blando con arroz manchado. A pesar de que no tiene un sabor demasiado intenso, merece la pena probarlo por la sensación de comer este crustáceo con su cáscara. Y la guarnición que lo acompaña está realmente buena.
Solo pedimos tres platos porque el camarero nos advirtió que cuatro eran demasiados, así que nos quedaron ganas de postre. Los pasteles son otra de las especialidades de Gumbo Madrid y nos animamos con un banana cream pie, muy fresco y distinto por el sabor a plátano.
Como no podía ser de otra manera, acompañamos esta comida con un vino americano, concretamente de California, un Cycles Gladiator.
En definitiva, una comida absolutamente diferente, por la que pagamos unos 75 euros y que nos apetecía repetir desde hace tiempo. Ya estamos pensando en volver.
Gumbo Madrid ofrece a mediodía un menú del día por 11,50 euros. Y un menú degustación de lunes a viernes por 25 euros, con propuestas como bisque de langostinos y maíz, tempura criolla con remolaude o alitas al estilo Búfalo.
Otros llamativos platos de su carta son albóndigas de cocodrilo, sí como lees. Y jambalaya, típico de la gastronomía cajún. Su base es el arroz y sus principales ingredientes: pollo, jamón crudo, langostinos y pimienta.
Una antigua fábrica de aceite, una estufa de leña, velas, flores… ¿Suena romántico? Lo es. Y si le sumas que el restaurante Sem-Fim se encuentra en Monsaraz, bellísimo pueblo delAlentejo portugués, lo convierte en imprescindible si planeas visitar esta zona.
El padre de Tiago Kalisvaart, artista y arquitecto holandés, compró este viejo almacén en 1994. Y lo restauró durante dos años, conservando colores, vigas, suelos y muchos de los elementos empleados en la elaboración del aceite. Como la almazara o los tanques de conservación. Unos años más tarde nacía Sem-Fim, encantador establecimiento que regenta su hijo con auténtico entusiasmo. Además, las pinturas y esculturas de su progenitor se exhiben en una reconvertida galería de arte.
Antes de este almuerzo, que formaba parte del Amieira Trip, y tras recorrer las instalaciones y conocer la historia familiar de la mano de Tiago, realizamos una pequeña cata de aceites en el bar colindante.
Más ‘oro líquido’, acompañado de aceitunas de la zona y un poco de queso artesanal de Rio de Moinhos, ambos imprescindibles en los aperitivos lusos.
Abrimos boca con esta seta gigante, gurumelo, cocinado a la brasa con sal, sencillamente deliciosa.
Una sopa de tomate para el recuerdo
El primer plato ya había captado nuestra atención desde que lo anunciaron: sopa de tomate con queso y huevo escalfado. Típico de la gastronomía portuguesa y tan sabroso que no te quedará más remedio que repetir. Una sopa con alma, hecha con cariño, inolvidable… Y una de las especialidades de la casa, que también preparan con ajo y bacalao, espinacas o pescado.
No podía faltar a la mesa el guiso más servido de la cocina lusa, bacalao. El nuestro era receta de la casa, servido con ensalada de la huerta, cebolla frita y patatas cocidas.
Durante este viaje hemos descubierto que nuestros vecinos son unos grandes consumidores de pulpo. Y que, además, lo cocinan estupendamente. Este era salteado con patatas nuevas, tierno y en su punto, una delicia.
Para completar el menú, solomillos de cerdo salteados al whisky. Otra creación jugosa, rica y colorida, como todas las que degustamos en el restaurante Sem-Fim.
Para terminar nos obsequiaron con un auténtico bodegón para los más golosos: arroz con leche, mousse de chocolate con fresas, migas dulces, fruta…
Regamos esta comida con un tinto de la zona, Reguengos, una pequeña localidad de Évora, con poco más de 7.000 habitantes.
En la decoración de Sem-Fim se ha cuidado hasta el mínimo detalle. Y si algo prima es la originalidad y sencillez: manteles de tela, jaulas de grillos, cribas de tejer, ovillos de lana, antiguas sillas de barbería… También cuenta con una gran terraza con espectaculares vistas al Alentejo portugués.
En resumen, un ‘sin fin’ de buenas sensaciones, excelente comida y agradable servicio. Un sitio al que ya estamos deseando volver.
El Hotel Mandarin Oriental se encuentra frente la estación de metro de Knightsbridge. Una zona tan rica en Londres que si cierras los ojos y respiras profundamente, se puede oler el dinero. Allí se encuentra el ático más caro del mundo, adquirido el año pasado por un ucraniano que pagó la ‘módica’ cantidad de 160 millones de euros. Dentro de este lujosísimo establecimiento se ubica Dinner by Heston Blumenthal, restaurante del laureado cocinero británico Heston Blumenthal. Es dueño del tres estrellas Michelin The Fat Duck, y conocido como el creador de la ‘gastronomía molecular’.
El comedor es grande y espacioso. Parte de la bodega se exhibe tras una vidriera. Al igual que la cocina, en la que trabajan más de 40 personas. De modo que se pueden ver las últimas fases de preparación antes de que los platos lleguen al comensal.
El menú está inspirado en la historia de la gastronomía inglesa. De ahí que al lado de cada plato aparezca la fecha en la que se creó. Consta de ocho entrantes, diez principales y siete postres. Y abarca una amplia gama de sabores y gustos.
Para ir abriendo boca, pan (al parecer, el mismo que sirven en The Fat Duck) y mantequilla orgánica.
Buttered crab loaf-pastel de cangrejo- fue mi elección para comenzar. Se trata de una receta del libro “A Collection of Above Three Hundred Receipts in Cookery, Physick and Surgery. For the use of all good wives, tender mothers and careful nurses”, de Mary Kettilby, publicado en 1714. Fresco y con reminiscencias de pepino y limón, uno de los ingredientes principales en la cocina de Kettilby. Suave como un beso.
Meat fruit, plato estrella de Dinner by Heston Blumenthal
Meat fruit es el plato más emblemático de Dinner by Heston Blumenthal. Y con razón. En el siglo XVI era popular que la carne se ‘disfrazara’ como fruta y, por lo tanto, aquí el hígado de pollo está camuflado en gelatina de mandarina. Se agrega un tallo de verdad y tenemos una pieza de fruta en un tablero de madera con dos trozos de pan tostado. La ‘piel’ exterior tiene una calidad sedosa y un fuerte aroma a mandarina. En el interior se encuentra el más suave paté que hemos probado jamás. La ‘cáscara’ de mandarina aporta una dulzura maravillosa a un plato definitivamente inolvidable al que daba pena hincarle el cuchillo. Ingenioso y bello.
The Black Foot pork chop, de 1820, es un grueso pedazo de cerdo pata negra español con salsa Rober (una especie de mostaza marrón), asado en horno de leña. Lo acompañé de una guarnición de col negra ‘amantequillada’. Tierno y suculento a más no poder, se sirve con unas pequeñas cortezas y tiene un increíble sabor a humo. A pesar de pedirlo muy pasado podéis ver los jugos de la carne. Ideal. Está basado en la etapa en la que Marie Antoine Carême -reconocido cocinero, gastrónomo y arquitecto francés- residió en Inglaterra. Se hizo famoso por haber estudiado las salsas en la cocina gala.
Cod in cider fue la elección de Jota. Un bacalao a la sidra inspirado en una receta de 1940 de Ambrose Heath, periodista londinense y escritor de más de cien libros de gastronomía. Cocinado a la perfección y servido con acelgas, mejillones y ajos fritos en una salsa delicada y aromática. Una guarnición de zanahorias fue el complemento perfecto.
Tipsy cake o pastel borracho
Junto con el Meat Fruit, el Tipsy Cake (pastel borracho) es el plato más popular en Dinner by Heston Blumenthal. Un tradicional bollo de leche empapado en brandy, que se sirve con piña asada a fuego abierto (como podéis comprobar en la foto de abajo). La fruta se carameliza por fuera, pero retiene la humedad en su interior. Se presenta en una pequeña cazuela de hierro y resulta esponjoso, dulce, mágico… Difícil describir todos los sabores que paladeamos. Data de 1810.
Este pequeño bocado de chocolate fue cortesía de la casa. Éramos reacios a comerlo para que no nos quitara el regusto del Tipsy Cake.
Decidirse por un vino en Dinner by Heston Blumenthal no es tarea sencilla. Más si tenemos en cuenta las cientos de referencias de su carta y la enorme variedad de precios, desde 40 a 14.000 libras. Elegimos un blanco francés que no nos obligara a fregar los platos antes de marcharnos.
Nos sentamos en una sencilla, pero coqueta mesa con grandes ventanas, desde donde se contempla una hermosa vista de Hyde Park. El menú, por el que pagamos unos 180 euros (en 2012), resultó una experiencia maravillosa e irrepetible por la compañía, vistas, emplazamiento, amabilísimo trato del personal, fecha (Año Nuevo)… Y que fuese en una ciudad tan idílica para nosotros como Londres.
Ah, y si os animáis a preparar en casa el Meatfruit, aquí os dejamos el enlace de un comensal que se atrevió y lo consiguió. No os olvidéis invitarnos a probarlo.
La Gitana es uno de los bares con más solera del Barrio Húmedo de León, tierra de Jota y, por ende, casi mía. Se trata de una típica casa de comidas, abierta a principios del siglo XX, que ofrece los mejores productos de la tierra, además de mariscos y pescados. En su restaurante decidimos dar rienda suelta a nuestra vena más carnívora para degustar su famosa carne a la piedra. Antes, nos metimos entre pecho y espalda una ensalada de puerros de Sahagún y unas almejas a la marinera.
¿Véis este enorme pedrusco echando humo? Aquí es donde cada uno se cocina su propia carne a la piedra, al gusto. Y no os preocupéis si se queda fría. Pedid que vuelvan a calentarla y punto.
Esta es nuestra fuente de buey (éramos cuatro personas) de La Gitana. Viene aliñada con sal y un chorrito de aceite, lo que le da el toque perfecto para cocinarla. Y se sirve con una guarnición de pimientos asados del Bierzo y patatas fritas.
El acompañamiento perfecto para esta carne a la piedra tenía que ser un vino de la zona, así que elegimos un rosado Prieto Picudo, fresco y correcto.
Tenemos que volver a La Gitana para probar sus embutidos caseros, que ellos mismos fabrican en las montañas de León. Y sus alabadas mollejas guisadas. ¡Os lo contaremos!
¿Qué te parecería admirar en primera fila el portentoso quehacer de más de una docena de cocineros nipones? En el restaurante japonés de Barcelona Koy Shunka, ubicado en el número 7 de la calle Copons, a un tiro de piedra de la Catedral, puedes.
La mejor materia prima española
Hideki Matsuhisa, padre del archiconocido Shunka, creó hace cuatro años esta versión más refinada de la exitosa taberna en la que degustar la gastronomía de Japón en todo su esplendor. Eso sí, fusionada con las mejores materias primas de las costas catalana: gamba de Palamós, espardeña o salmonete. Y también de nuestro país: atún de almadraba de Cádiz, secreto ibérico, rovellón o percebe.
La cocina abierta de Koy Shunka, todo un espectáculo
La puesta en escena de Koy Shunka no puede resultar más acertada. La sala principal acoge la cocina abierta. Rodeada de una barra para alrededor de veinte personas en la que contemplar el concienzudo trabajo -y buen rollo- de los chefs. Y recibir de ellos las oportunas explicaciones sobre lo que vamos a probar. Todo un espectáculo.
Menú Koy de ocho platos
Nosotros elegimos el menú Koy, de ocho platos, ya que nos pareció una buena manera de probar de todo un poco. Sentaros a nuestra barra y disfrutad de este paseo con los cinco sentidos. A ver qué os parece el que para muchos es mejor restaurante japonés de España.
Pincha en la imagen para ver nuestro vídeo
Comenzamos con gin tonic de té verde y cremita de miso, foie, mandarina japonesa y sake, servido con patatas chips de boniato para utilizar a modo de cuchara. Y una crema de shiitake con alga kombu, dos aperitivos deliciosos.
Gin tonic de té verde, cremita de miso, foie, mandarina japonesa y sake
Crema de shiitake con alga kombu
Mi primer plato, ya que no me gustan las ostras, fue pulpo asado con coliflor, zanahoria y gelatina de bonito. Preciosamente ‘dibujado’ en una fuente satinada.
Jota sí se atrevió con la ostra con dashi, un caldo muy utilizado en la cocina nipona que aquí se sirve gelatinizado.
El sashimi de calamar, originalmente presentado en una brocheta suspendida sobre una bandejita. Se acompaña de varias salsas: wasabi, sésamo negro, ciruelas…
Seguimos en Koy Shunka con nigiri de sepieta con pesto de shiso, una planta de sabor similar al hinojo, con propiedades antiinflamatorias. Se toma junto a una intensa sopa de miso servida en taza de café.
Aunque la siguiente foto parezca un cuadro se trata de rovellones y secreto ibérico a la brasa con palomitas de arroz. Curiosa utilización de técnicas japonesas para cocinar productos españoles.
Sin palabras nos quedamos tras el sashimi de atún (ventresca y lomo), delicado, fresco y sabroso.
La tempura de vieiras y langostinos con setas de temporada es de 10. Esponjosa, melosa y suave, sin rastro de aceite gracias a la rejilla sobre la que se presenta.
La ternera wagyu en cazuela japonesa, con rebozuelos, en una sabrosísima salsa, se termina de hacer en el propio plato. Inolvidable.
El homenaje en Koy Shunka se cierra con su propuesta de sushi. En nuestro caso fueronnigiris de jurel, gamba de Palamós, ventresca de atún flambeada y anguila del Delta del Ebro. ¡Creo que el aspecto ya lo dice todo!
El postre consiste en un bizcocho de chocolate y frutos rojos con helado de yogur, mandarina japonesa y menta, ideal para hacer la digestión de un menú que te hace gozar de principio a fin.
Acompañamos esta comida con un Cava Gramona Imperial, perfecto.
Nuestro menú de Koy Shunka costó 72 euros por persona (año 2012), bebidas aparte. En 2020 el precio es de 95 euros (IVA incluido). Existe otro, denominado (G)astro, de 139 euros. En el comedor se puede pedir a la carta, pero te recomendamos encarecidamente la barra. Un restaurante japonés en Barcelona indispensable para cualquier amante de la comida nipona.
Es el restaurante turístico por excelencia de Bruselas. Y, según aseguran, el más grande del país, con capacidad para 420 personas. Cualquiera diría que cuando Chez Léon nació en 1893 solo contaba con cinco mesas. Desde entonces ha pasado de generación en generación de la familia Vanlancker.
Situado a un tiro de piedra de la Grand Place, resulta el lugar ideal para saborear el plato más típico de la gastronomía belga, mejillones con patatas fritas. O si no, cualquiera de las 120 recetas tradicionales que ofrecen en su carta: terrina de paté de conejo, guisado de pavo a la cerveza de frambuesa, ancas de rana al ajillo, calamares con salsa tártara, sopa de cebolla…
Acompáñalo de una cerveza rubia de la casa –Léon Beer-, elaborada exclusivamente para ellos, y te sentirás en el mismo paraíso. A mediodía ofrece un interesante menú del día por 17,95 euros.
Yo probé tomate relleno de camarones y mejillones rebozados, con sus correspondientes patatas fritas. Más abajo podéis ver la cazuela que se metió entre pecho y espalda mi compañero de viaje, Luis Xixerone. Todo estaba delicioso.
Nuestro grupo decidió comer dentro del local porque fuera hacía mucho calor. Pero si lo prefieres puedes hacerlo en una de las mesas de la amplísima terraza de Chez Léon. Eso sí, prepárate para el enorme trajín de gente que camina por la calle.
Chez Léon es gratis para menores de 12 años
Muy pocas personas lo saben, pero en Chez Léon, los niños menores de 12 años, acompañados de un familiar, pueden comer gratis ‘a la carta’ (excepto menús de grupos). En 2014, sirvieron más de 16.000 comidas infantiles gratuitas. Y otro detalle que hace único a este restaurante en Bruselas: hay un aparcamiento para cochecitos.
Además, todos los domingos a partir de las 18:00 horas, puedes comer todos los mejillones que quieras. Sí, como lees. Pide tu cocotte y decide cuándo parar.
Cuando hayas acabado, no te olvides de hacer una visita a la famosa Jeanneke Pis, a la misma vuelta de la esquina, la versión femenina del Manneken Pis.
Chez Léonabre todos los días ininterrumpidamente de 11:30 a 23:00, entre semana, y de 11:30 a 23:30, viernes y sábados.
En una de las calles con nombre más impronunciable que conocemos, la de Hartzenbusch, en pleno madrileño barrio de Chamberí, se encuentra la Sidrería Diego, un sitio para degustar auténtica comida asturiana a buen precio. Además de la carta, en la que no faltan propuestas típicas como fabada, fabes con almejas, arroz con bogavante, patatas al Cabrales o cachopines, puedes degustar raciones, sartenes, carnes rojas y dos interesantes menús del día.
Como íbamos a pedir dos platos contundentes, decidimos compartir un par de entrantes ligeros: cebollas rellenas de bonito y tosta de pastel de cabracho, ambos realmente buenos y lo más importante, caseros.
No podíamos resistirnos a probar una buena fabada -y no nos equivocamos- y verdinas con bogavante, excelentes ambas.
Y un trozo de exquisita tarta de manzana para terminar con un bocado dulce, ¿por qué no?
¿Sabéis también qué otro detalle os hará sentir que estáis en tierras asturianas? El simpático aparato para escanciar la sidra. Funciona a pilas y tiene la ventaja de que no se ensucia el suelo ni salpicas a los que te rodean. Y la presión a la que sale la sidra es perfecta.
Actualización: hemos regresado a Sidrería Diego para probar su arroz con bogavante. Lo ofrecen en menú junto a croquetas de Cabrales y una botella de sidra por 40 euros. Te aseguramos que la ración de arroz es para cuatro personas y está deliciosa.
¿Que todavía no sabes dónde está Sidrería Diego en Madrid? Busca al maniquí vestido de minero en su puerta. ¡No tiene pérdida!
¿Cuántos cochinillos se habrán asado en este horno? ¿Se llevaría alguno al buche don Benito? Son preguntas que me hago cada vez que entro en Casa Botín. La visita de familiares y amigos a la capital madrileña es siempre la excusa perfecta para darse un homenaje en este restaurante que figura en el Libro Guinness de los Récords como el más antiguo del mundo.
Fundado en 1725 como posada con horno de leña por Jean Botin y su esposa, en el número 17 de la calle de Cuchilleros, pasó a manos de su sobrino (de ahí su nuevo nombre, Sobrino de Botín) al no tener aquellos descendencia.
Cuenta la leyenda de este establecimiento que incluso un jovencísimo Francisco de Goya trabajó allí de friegaplatos hacia 1765. No sería hasta comienzos del siglo XX cuando el negocio pasaría a manos de la familia González, que actualmente lo regenta ya en tercera generación.
¿Don Benito? os habréis preguntado. Pues sí, don Benito Pérez Galdós, de cuya obra me declaro incondicional, menciona el Restaurante Botín en varias de sus novelas más reputadas:
‘Fortunata y Jacinta’: “Anoche cenó en la pastelería del Sobrino de Botín, en la calle de Cuchilleros”.
‘Misericordia’: «Celedonia, ponte tu falda nueva, que vas a casa de Botín. Te apuntaré en un papelito lo que quiero, para que no te equivoques».
‘Torquemada y San Pedro’: «En una y otra acera reconoció, como se reconocen caras familiares y en mucho tiempo no vistas, las tiendas que bien podrían llamarse históricas, madrileñas de pura raza (…) la célebre casa de comidas Sobrinos de Botín…».
Las delicias de Casa Botín
Pero vamos a la parte gastronómica, que seguro que es la que más os interesa. Son clásicos ya en nuestras comidas estos dos entrantes, que nos encantan, unas setas a la segoviana, con jamón, ajo y perejil picados. Y ensalada riojana, muy completa con lechuga, tomate, ventresca, alcachofas, pimientos asados, huevo cocido, trigueros y aceitunas.
Como podéis imaginar por la foto del espectacular horno, que data de la fecha de inauguración, la especialidad de Casa Botín son los asados de cordero y cochinillo. Los tres paseantes -nos acompañó en esta ocasión el gran Nacho Carnero– elegimos cochinillo de segundo plato. Delicioso, con la piel tan crujiente que no quieres que se termine nunca…
El postre fue, como otras veces, la tarta Botín, un suculento bizcocho con merengue y crema pastelera, que lejos de empalagar resulta inolvidable.
Nada mejor que un excelente tinto para acompañar la carne. No nos hizo falta mirar la amplia carta de vinos. Ya lo habíamos pedido en anteriores ocasiones. Un Viña Ardanza Reserva Especial es siempre una apuesta segura y única.
Continuaré yendo a Casa Botín siempre que haya una ocasión especial, y seguiré soñando que en algún momento, durante la comida o tras ella, paseando por los alrededores de la madrileña Plaza Mayor, mi mirada se cruzará con la de don Benito, y yo le haré una pequeña reverencia. Nacho, Jota y yo sabemos el porqué.
La cita para cenar era a las siete y media de la tarde. Sí, un poco pronto para nosotros. Pero se trataba de la única hora libre para la que pudimos reservar una mesa tres meses antes en Tickets Barcelona. ¿El truco? Apostarme frente al ordenador a las 00.00 varias noches seguidas hasta que hubo suerte. Habrá a quien le parezca ridículo, pero mereció la pena. Y es que el restaurante de los hermanos Albert y Ferrán Adrià se ha convertido en el sitio de moda en la Ciudad Condal.
Como si de las atracciones de un circo se tratara, el local, cálido, colorido y luminoso, se divide en varias partes. El Garaje, La Estrella -donde se tira cerveza Estrella Damn elaborada con la receta original de 1876-, El Camarote de los Hermanos Marx, La Parrilla, La Dulce… De hecho, en la puerta nos recibe un portero con la típica chaquetilla de un animador circense.
La cocinaEl GaratgeLos pasteleros
¡Tomen asiento que el espectáculo va a comenzar! En nuestra mesa, que se nos quedaría un poco pequeña, nos espera una vajilla de Sargadelos, con su característico color azul cobalto, a la que acompañan las curiosas pinzas de esta foto.
La carta está dividida en Snacks, Picoteo, Ibéricos Joselito, Ostras, Xuxis, Tapitas del mar y de la tierra, y Postres y Golosinas. Además de las ‘sugerencias de la semana’. Cuesta decidirse en Tickets Barcelona entre más de cincuenta propuestas, a cada cual más apetitosa.
No pueden faltar como aperitivo las olivas de Tickets, esferificaciones de gordal que explotan en la boca mezclando sabores de aceitunas, aceite de oliva, encurtidos… Sencillamente sublimes.
El jamón de toro son delicadas láminas de ventresca de atún pintadas con grasa de jamón ibérico. Y rematadas con almendra picada, que se sirven acompañadas de bastones de pan. Se comen con las pinzas que os hemos enseñado más arriba. Se deshacen en la boca y resultan deliciosamente efímeras.
Los mini airbags rellenos de queso manchego, con espuma de queso y laminas de panceta. Adornados con caviar de aceite de avellana, se presentan sobre un plato especial que tiene huequecitos cubiertos de escamas de sal para apoyarlos. Este bocado se trata de uno de los más típicos de la cocina de El Bulli, un pan crujiente que contiene ‘aire’ dentro, ya que en realidad está hueco.
Seguimos con uno de los platos más espectaculares de la noche, tartar de tomate con láminas de pan, de rojo intenso y sabor a tomate de verdad. Que decides comer a cucharadas en vez de colocarlo sobre el finísimo pan que lo acompaña. El tomate se pica a cuchillo, como el típico steak tartar, y se aliña con alcaparras, mostaza, germinados y vino Sangre de Toro.
Una de las recomendaciones de la semana era caballa macerada con guiso de senderuelas, que nos dejó un poco fríos.
Los xuxis, pequeños y deliciosos bocados
Es el turno de los xuxis, pequeños bocados completamente diferentes. Probamos los cinco que había en la carta: semillas de tomate y anchoa, salmón marinado con miel trufada y yogur, mollete de papada -la hamburguesa de Tickets Barcelona, con un toque de mostaza y para devorar diez seguidas-, canapé de pollo a’last -que se sirve sobre una base de piel crujiente- y ravioli líquido de queso gaditano Payoyo, una joya que hay que meterse en la boca de una sola vez, ya que explota en ella dejando un inmenso sabor a este queso de oveja, considerado uno de los mejores de España.
Semillas de tomate y anchoaSalmón marinado con miel trufada y yogurMollete de papadaCanapé de pollo a l’astRavioli líquido de queso Payoyo
Nos quedaban todavía dos platos fuertes por probar. El primero de ellos era atadillos de calamar con vinagreta de su tinta, con sésamo y huevas de bacalao, una pequeña obra maestra que nos encantó.
Las patatas confitadas en aceite de oliva con jugo de costilla de cerdo y jamón fue el único plato que nos dejó indiferentes. Aunque estaba rico, en especial por el toque gelatinoso de las patatas, nos recordó a una simple ración de lacón con grelos.
Postres con mucha guasa en Tickets Barcelona
Pedimos una de las golosinas, cornete de mango con su sorbete y piel de lima. Como su propio nombre indica, el cucurucho está también hecho con esta fruta. Es, en realidad, una lámina de mango caramelizada y enrollada sobre sí misma hasta secarse. Lo mejor es que lo prepara el ‘chico de los helados’, que se planta delante de tu mesa con el carrito -previos sonidos de timbre por toda la sala para abrirse paso-. Y lo hace al momento, adornándolo con ralladura de lima recién hecha. Refrescante y divertido.
A pesar de lo poco golosos que somos y de estar ya bastante llenos, pedimos una roca volcánica de chocolate blanco y sésamo negro. Nos recordó al carbón dulce que nos dejaban de niños los Reyes Magos. Presentado sobre un trozo de piedra, fue la guinda perfecta para esta pastel que nos estaba dando pena terminar.
Acompañamos esta maravillosa cena con un par de botellas de Juvé y Camps, uno de nuestros favoritos.
¿En resumen? Creemos que Tickets Barcelona es el nuevo concepto de la tapa en nuestro país. Olvídate de las típicas bravas y la tortilla de patatas de toda la vida. Ha nacido un nuevo concepto, ha nacido la tapa del siglo XXI. Y nos encanta… ¿A que ya estás deseando que lleguen las doce de la noche para reservar tu mesa?
Tondeluna es una pequeña aldea que se encuentra dentro del valle del Oja, muy cerca de Ezcaray. Allí se encuentra el Hotel Echaurren, cuyo propietario, Francis Paniego, se ha decidido a abrir hace unos meses el gastrobar al que da nombre la aldea logroñesa.
Este sitio gastronómico, situado en pleno centro de la capital riojana -Muro de la Mata número 9- ha dado prioridad absoluta a la madera. En mesas, sillas y paredes, creando un ambiente moderno, acogedor y muy luminoso. Las mesas del restaurante Tondeluna (cinco en total) dan cabida a doce comensales cada una. En el extremo de ellas se ubica un espacio individual para la terminación de los platos delante del cliente.
Ofrece una carta pequeña, pero selecta y con diferentes menús: Compartir, por 50 euros (precio para dos personas) y otro degustación de 50 euros por persona.
Nos dieron el chivatazo de que la ensaladilla rusa con mayonesa aireada y láminas de pan era una de las especialidades de la casa y no nos defraudó en absoluto. La mayonesa es de sifón, lo que le da una esponjosidad única y una textura mágica.
Hemos de confesar que el yogur de foie gras y caviar de vino tinto (dedicado a Quique Dacosta) lo pedimos porque nos apetecía recordar una de las tapas que comimos enVuelve Carolina, uno de los restaurantes del cocinero afincado en la Comunidad Valenciana. Espectacular.
Seguimos con un huevo de corral cocinado a 65º y luego frito con puntillas, patatas y chorizo riojano, sencillamente, delicioso.
La panceta cocinada a baja temperatura con alcachofas y puré de manzana es un plato que hay que probar para comprenderlo. ¿Panceta, alcachofa y manzana? Pues la combinación resulta tan original como exquisita.
No podíamos dejar de probar la hamburguesa de Tondeluna. Bueno, en realidad se llaman panecillos al vapor con nuestra hamburguesa de solomillo, jengibre y ajos tiernos salteados. La receta es de David Chang, chef del local neoyorkino Momofuku: carne picada de solomillo con un toque de jengibre. Servida en un delicioso bollo de pan cocido al vapor y que se hace cada día en la cocina de este local.
Se acerca la hora del postre y nos decantamos por una de nuestras debilidades, mojito con ensalada de plátano y menta. Muy refrescante, aunque un pelín ácido (se lo perdonamos).
Para acompañar este homenaje elegimos un blanco de Rueda, Marqués de Riscal, que nos ofrece Luisa, la costilla de Francis Paniego, con quien forma el binomio perfecto.
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